Vuelo de Catarina

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Repiqueteaba el pie de arriba abajo con la ansiedad envolviéndola a una velocidad que aumentaba de vez en vez. Dio otro sorbo a la soda que tenía entre las manos para relamerse los labios poco después.

Llevaba esperando cerca de cuarenta y cinco minutos. Volteaba a las ventanas del local para supervisar que todo estuviera bajo control pero no paraba de imaginar las terribles calamidades que podrían suceder si se mantenía en un solo lugar por mucho tiempo.

Tragó saliva y volvió a revisar la hora en su teléfono.

Ni siquiera tenía idea de cómo era la persona a la cual esperaba a pesar de haber pedido su ayuda en ese momento de alto riesgo.

¿Podría ser que fue engañada? Quizá acudió a una página equivocada y alguien le hizo una mala broma.

Se llevó las manos a la cara y las bajó lentamente con exasperación. Tal parecía que su poder no estaba dando frutos pues no estaba de racha en las últimas semanas.

Suspiró con resignación. Estaba decidida a marcharse una vez que terminara su bebida, cuando vio a un chico rubio sentarse frente a ella.

Su gesto se volvió confuso, creyó que aquel muchacho tal vez se había equivocado de asiento o que la confundía con alguien más.

—Hola. Disculpa pero ese asiento está ocupado, mi novio vendrá en cualquier momento y...

—Marinette Dupain-Cheng. Veintitrés años. Cursas tu último año de universidad como diseñadora textil, ya has sido reconocida en el mundo de la moda a una edad temprana. De origen franco-asiática. Puedes transformarte en una catarina y no has salido con nadie en dos años debido a tu última experiencia amorosa.

Se quedó de piedra al oír toda aquella información acerca de su persona. Parpadeó un par de veces para volver en sí y tranquilizarse ante el joven acosador que todavía no se presentaba.

Abrió la boca para decir algo, pues tenía mil y un preguntas en la mente pero el chico negó como si supiera lo que estaba por cuestionarle.

—El día de ayer te comunicaste conmigo para que me ocupara de tu asunto. Soy Adrien Athanase Agreste Graham de Vanily, un gusto.

La mención de todos esos nombres por poco y la marea, sin embargo, uno en particular llamó su atención.

—¿Agreste? ¿Cómo el diseñador Gabriel Agreste?

El menor asintió—. Así es, soy su hijo.

Marinette rodó los ojos al escuchar tal sandez. Estuvo a punto de creerle a ese muchacho blondo pero luego de que le soltara tal mentira sólo podía pensar en que realmente había perdido su tiempo con un bromista.

—Muy gracioso pero todos saben que Gabriel Agreste no tiene hijos. Él y su esposa están muy ocupados como para encargarse de la educación de un hijo.

El rubio no refutó lo que la morena explicó. No tenía sentido explicarle la situación de su familia con respecto a su condición. Sus padres no pasaron toda su vida protegiéndolo para que él divulgara la verdad a toda persona que se lo preguntara.

Resopló agotado—. Ya veo. Supongo que no necesitas de mi ayuda entonces. Suerte con esa cosa que te sigue, con permiso.

La muchacha se sorprendió ante lo dicho por el chico, ya que no se lo había contado a nadie más. No estaba segura de confiar en él pero se hallaba tan desesperada por retomar su vieja vida que hasta la ayuda de ese rubio desconocido sonaba atractiva.

Se paró de su puesto para detenerlo pero tal cosa no hizo falta.

El menor apenas y pudo levantarse cuando la campana del lugar sonó ante la llegada de un nuevo cliente. El rostro enfadoso del más alto se acercó a él con amenaza. Adrien le sonrió ampliamente, extendió sus brazos hacia él para recibirlo con cariño pero el mayor tomó su cara con una mano y con la otra le jaló de la oreja como si fuese su madre.

Misterios en París (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora