Zumbar de Abeja

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14

Entró a la habitación luego de que le dieran el pase. 

Emilie le mandó una bonita sonrisa, parecida a las que Adrien solía mostrarle, le saludó, amable, para dejarle el asiento libre frente a la cama del rubio. 

Suspiró, abatido, al verle dormir con las mejillas rojas. 

La madre del chico le había enviado un texto con anterioridad para decirle que Adrien se hallaba enfermo. La preocupación que sintió por él ni siquiera le permitió ir a casa para cambiarse de ropa y dejar sus pertenencias, así que aún llevaba la mochila en la espalda cuando llegó a la mansión.

Se sentó frente a él y tomó su mano entre las suyas, advirtiendo el calor que se había extendido por todo su cuerpo debido a la fiebre.

Colocó una mano en su rostro para comprobar que, efectivamente, su temperatura era muy alta. Expiró, contrariado.

Adrien abrió los ojos al sentir el tacto sobre su piel caliente, su sonrisa se extendió en su rostro al reconocerle de inmediato. Asió su mano para frotarla contra su cara y ronronearle de una forma de lo más adorable.

El corazón del azabache se desbocó al verlo de tal modo. En los dos años a su lado, Adrien jamás se había enfermado hasta ese momento, así que esa faceta del rubio era algo nuevo para él.

—¿No crees que es adorable? —Inquirió la madre del menor, recordándole que aún seguía a su lado—. Ha actuado así todo el día. Me hace recordar a cuando era pequeño y buscaba que le hiciera mimos.

Luka sólo asintió, sin atreverse a desviar la vista de Adrien. Ni siquiera sabía que el chico podía ronronear. Siempre le sorprendía las cosas que aún desconocía de él.

Sonrió, enternecido, dejándose hacer por ese pequeño bribón.

Le acarició la mejilla, complaciendo al más joven por la forma en que el azabache le trataba.

—¿Cómo te sientes? —Cuestionó al notar su verdosa mirada sobre él.

Adrien sonrió—. Muy bien ahora que estás aquí. Quédate conmigo todo el día de hoy.

Couffaine rio pero le dijo que así haría. Fue entonces que Adrien le pidió que se acercara con un gesto. Luka creyó que pensaba decirle algo importante, pero le tomó por sorpresa que el rubio se aferrara a su cuello y le aprisionara entre sus brazos.

El mayor no logró evitar sonrojarse con fuerza, la calidez y cercanía de Adrien no eran buenas para su corazón. Le oyó reír, divertido, lo que sólo sirvió para hacerle sentir más avergonzado.

Emilie soltó un grito de emoción al verlos de ese modo, salió de la habitación a prisa, hablando sobre ir en busca de una cámara para capturar el momento.

Luka se mantuvo un instante así, entre los brazos del rubio y escuchando su palpitante corazón que retumbaba sobre su pecho.

Se separó de él al reparar en la soltura de su agarre. Adrien tenía una sonrisa burlona que a Luka le hizo cierta gracia.

—Luuuka —canturreó su nombre, para deleite del azabache—, ¿me amas?

El muchacho le observó con detenimiento, tenía la cara muy roja, el pelo alborotado se le pegaba a la frente por el sudor y su mirada era de lo más adorable. Si no le amara, ni siquiera repararía en esos aspectos tan simples que le enamoraban por sí mismos. 

—¿Por qué preguntas algo como eso ahora? Ya sabes la respuesta. Te he dicho cientos de veces que no me gustas ni un poco —mintió, no deseando que el rubio supiera de sus verdaderos sentimientos.

Misterios en París (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora