ME DEDIQUE A PERDERTE - Cap. 2: Aceptación

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"¿Por qué no te bese en el alma cuando aún podía?

¿Por qué no te abracé la vida cuando la tenía?

Y yo que no me daba cuenta cuanto te dolía

Y yo que no sabía el daño que me hacía"

Alejandro Fernández

Los días de neurosis se estaban aplacando gracias al aumento de la dosis de tafil y a pesar de verse más cálidos, la maldita primavera solo estaba marchitando y secando las flores. Esa mañana despertó con mejor ánimo que los días anteriores y lo primero que hizo fue darse una larga ducha. Como era habitual un mar de lágrimas se camuflaron con el agua que corría, necesitaba drenar su cuerpo de todas las emociones que venían con mayor intensidad por las noches. Aún no creía que nuevamente su hermosa mujer la había dejado, pero está vez se veía más segura y encantada por los labios de otra.

El ritual era dejar todo dentro de su dormitorio y al salir de este intentaba con toda su fuerza aparentar estar bien. Caminó a paso lento y al llegar a la cocina vio a su hijo desayunando sin despegar la vista de su celular, Paulina besó su cabeza y comenzaron a hablar, a pesar de no tener ganas de comer lo acompañó con una taza de café. Juntos salieron de casa, ella tenía que ir a dejarlo a la escuela, ya que con todo el ajetreo de estos meses, Bruno había descuidado sus responsabilidades. Aunque no era su culpa, el niño prácticamente se estaba criando solo, porque nadie en su familia resultaba ser lo suficientemente responsable para hacerse cargo de alguien más.

Cuando el adolescente se bajó del carro, Paulina emprendió su viaje hacia la casa chica, pues con el acontecer no tenía ánimos de tener que soportar a la loca de su abuela y a Elena, la hormonal. Sin embargo, el tráfico parecía empeñarse en hacerle aún más imposible la vida, los minutos avanzaban lento mientras ella estaba atascada en un taco insultando a los jodidos ingenieros por no diseñar calles más expeditas. Claro, el punto era culpar a alguien. Llegó a su destino habiendo perdido casi toda la mañana, cuando entró al cabaret la gente de aseo ya se estaba haciendo cargo, pero ella se fue directo a las habitaciones que había construido Elena con la intención de hacer del cabaret un putero para inculpar a Diego. En una de ellas estaba residiendo Ernesto.

Papá, ya llegué -anunció mientras caminaba por el pasillo.

Hola hija, te espera más temprano.

Ay yo sé, pero es que el tráfico es horroroso -se quejó mientras se acercaba a él para recibir un beso de saludo.

¿Cómo estás? Micaela me dijo que Bruno le dijo que no te había visto bien.

Esa niña tan chismosa, supongo que tus juntas con Carmelita la tienen así y Brunito, ush, todo un hablador mi hijo -negó haciendo un mohín -. Estoy bien papá, nada más cansada, pero bien -mintió, como siempre lo hacía-. ¿Y tú? ¿Cómo es eso que te estás quedando aquí en el cabaret? -cambió de tema para desviar la atención de Ernesto y que no diera justo donde más le dolía; el corazón.

Ya sabes que mi relación con tu abuela es de absoluto odio. Preferí irme de la casa antes de sufrir su martirio, mientras busco algo mejor para mí y Micaela estoy aquí, en esas habitaciones que hizo Elena.

Ay papá porque no me dijiste, perfectamente te podías ir a quedar a mi casa.

—No, cómo crees que las voy a molestar. Tú necesitas tu espacio junto a María josé y Bruno. Esto es temporal hija y no está mal.

la vida i n m o r a l de la pareja idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora