Capítulo 7: La más dulce de las muertes

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Desperté y a mi lado estaba Esther. Se tiro a abrazarme cuando me vio con los ojos abiertos. Llevaba tres días seguidos en aquel estado de sueño “recuperador”. Recordaba todo lo que había pasado anteriormente incluido el suceso con el súcubo.

-Tenía mucho miedo, pensé que no despertarías más, me dijo Esther con tono triste. Cuando te elegiste para salvar al súcubo y que esta, se salvara a consta de tu energía vital, pensé que morirías en el proceso. Me enfurecí más aun cuando, la súcubo se recupero, sano sus heridas y se fue de tu lado, continuo contándome Esther.

No sabía el motivo por el que me habría dejado solo. Espero que nada de lo que la había dicho antes, la hubiera molestado tanto como para no querer saber nada más de mí. Era muy tarde para arrebatar de mi vida aquellos ojos negros. Me levanté y no haciendo caso de lo que me decía Esther (quería que comiera algo y guardara reposo), me decidí a ir en busca del súcubo.

Esther se negó en rotundo a lo que iba a hacer. Sabía que si iba, ya seria totalmente imposible el que ella tuviera alguna oportunidad conmigo. Pero Esther no sabía todo lo que había pasado mientras yo estaba medio muerto. No tenia ni idea de todo lo ocurrido, ni de que me había marcado tanto que estaba decidido a ir en busca de Gabriela.

Pregunte a Esther donde creía ella que tendría su guarida la súcubo. Esther como siempre se negó y negó, hasta que pidiéndoselo por favor, terminaba haciéndome caso aunque no de buen agrado. Entiendo lo que ella sentía y quería, pero era necesario dar este paso para que sucediera lo que tenia que pasar y entonces elegir y empezar a vivir en consecuencia.

Ya no podía más de no saber que hacer. Ahora tenía nueva información y las cosas más claras que nunca. Iría a cumplir mi destino y si algo fuera mal, espero que Esther estuviera allí para salvarme.

Salí a la calle, muy decidido, pero según avance hasta la catedral de San Juan el Divino, las dudas empezaron a apoderarse de mí. Cuando llegue a la catedral, entre y por suerte no había nadie en su interior como en el último día que la visite. Recorrí su larga estancia central y entre por la puerta que daba acceso a la azotea.

Ya no sabia ni porque estaba allí, ni porque no me había ido con Esther, pero ya estaba hecho. Había entrado de lleno en la guarida del Súcubo. Vale que me hubiera salvado la vida, pero anteriormente me había golpeado, arrastrado, pellizcado, lanzado y mordido en múltiples ocasiones, casi matándome en dos de ellas. La balanza estaba claramente a favor de que aquel demonio sexy no pertenecía al mundo de los vivos y como me repetía Esther cien veces a lo largo de todos estos días, había que matarla, para que nadie más resultara herido.

Pero ya sea porque fuera una mujer (demonio de mujer para algunos) hermosa, bella y mil cosas más, aparte de que tenía una mirada seductora y de que en todos y cada uno de nuestros encuentros anteriores, saltaban chispas entre nosotros (quizás decir eso, era muy atrevido, "chispas" ella me quería robar la energía vital y yo luchaba porque no lo hiciera, ejem). Más todo lo que había descubierto, me hizo tenerlo claro.

Ya está, lo diré, creo que me había enamorado de ella por completo. Teniendo eso claro, yo sabia que era especial para aquel ser, que me podía matar y no lo hacía (aunque siempre se quedaba muy cerca de hacerlo xD) y eso sé, porque era ahora. Solo me quedaba por hacer, el comprobarlo.

Entre a la catedral justo antes del amanecer. La esperaría en su regreso y de perdidos al río. Si iba mal pues mira, sería un buen samaritano y yo haría de comida rápida que se sirve a domicilio. Y si iba bien, no se, quizás fuera el trozo de pizza que nadie quiere y que se queda en la caja, hasta el día siguiente. 
Una vez en su escondite, vi que para ser un monstruo lo tenía todo muy bien ordenado (como que sólo tenía un montón de hojas y paja, formando su lecho diurno).

Súcubo: The Beautiful KillersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora