Capítulo 5: Una vida por otra

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Había amanecido y no quería mirar la cara de Esther. El beso que me había dado Gabriela antes de irse, me había pillado de improvisto (tanto como al que más).

Si tenía alguna duda anteriormente sobre si los súcubo o bestias de la noche inquietantemente atractivas podían sentir y gustar de un humano, habían quedado disueltas. 

Mi cabeza era un laberinto y no encontraba la forma de salir. Sentía cosas increíbles por Gabriela y tenía más ganas de aumentar todo aquello, pero Esther también existía en alguna parte de mi y más concretamente en mí casa.

Tuve que girar la cabeza y ver lo que parecía una viejecita arrugada y agachada. Esther estaba rota por lo que acababa de ver y entender. Sin decir ni una palabra salió de mi habitación y se metió en la suya. 

Quise pero no pude decirla nada. No sé si era mejor callar o decir algo como: Esther entiéndeme, me he enamorado de una bestia de la noche porque me siento locamente atraído por ella y creo que es recíproco. Si tú te hubieras decidido y lanzado antes, quizás… 

Si la decía algo así, lo que me iba a lanzar seria a mí por la ventana.

No tenía sueño, hacia una mañana increíble y me apetecía salir a dar una vuelta. Antes de hacerlo prepare el desayuno (la cena para nosotros) para Esther y para mi. Llame a su puerta he intente que viniera a cenar conmigo, pero no contesto. Terminé cenando solo mi parte y antes de salir a la calle, llame a la puerta de su habitación, de nuevo, para decirla que dejaba su parte en el horno metida para que cuando quisiera se lo calentara un poco y se lo comiera si tenía hambre.

Antes de salir del edificio me pase por el piso del conserje. Este vivía en el bajo, que estaba metido en el portal del edificio. Llame a su puerta y al segundo apareció el señor Braum.

-Que quieres “exchaval” me dijo el conserje, quien al parecer le ponía el prefijo "ex" a todo lo que odiaba.

-Disculpe pero cuando pueda y tenga tiempo, se puede pasar por mi piso y en mi cuarto verá unas estanterías rotas, un desconchón en la pared, que me gustaría que arreglará. Le dije siendo lo más cordial posible.

-Esta bien, ahora mismo me paso a ver que has roto aposta esta vez para seguirle comprando cosas a la puta de mi exmujer, para que se siga tirando al cabrón de su nuevo marido en... (Y cuando iba a decir un nuevo lugar, me adelante y dije…), en una mesa de billar xD.

Me cerró la puerta en mis narices y entendí que mejor hubiera sido no decir nada. Antes de irme de allí, le dije a través de la puerta que en mi apartamento ahora vivía una chica conmigo, para que no se asustara al entrar y verla allí (asustado iba a salir el de allí más adelante xD).

Por fin salí a la calle. Las personas por centenares recorrían las calles de N.Y. muy ocupadas en sus asuntos personales. Después de dos días sin pasarme por allí, entre al chino para ver que tenían de oferta. La verdad es que desde que estaba con Esther ella cocinaba y sabia hacer de todo, incluso había aprendido a hacer yo algunas elaboradas comidas como eran perritos calientes o arroz blanco. 

Nada más entrar al chino, este me reconoció y vino a saludarme. Su mejor cliente en semanas que estaba desaparecido, había regresado y el chino se froto las manos. No pude evitar acordarme de la mierda de pilas que traía la linterna consigo. Y cuando se lo comente, me respondió que lo importante es que la linterna se encienda, no lo que dure encendida.

Me quedé pensativo, quizás fuera algún tipo de filosofía oriental (algún proverbio chino, filosofía Zen supongo xD) y aquel chino mafioso llevará toda la razón del mundo. 

Pasee por la tienda y mire las ofertas que tenían, en la sección de anime vi un DVD que en la portada salía una chica japonesa vestida de Jill Valentine (Resident Evil). Se lo quería comprar para Esther. Quizás con este regalo se relajará un poco y se sentiría mejor. Hasta la podríamos ver juntos en el sofá, en un rato libre.

Súcubo: The Beautiful KillersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora