Un nuevo cambio.

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Rose estaba parada delante del espejo observándose, sus grandes ojos color café, debajo de ellos había unas grandes ojeras grises, que se marcaban haciendo notar el insomnio de las pasadas noches sin dormir. Su nariz respingada cubierta de pequeñas pecas, sus labios refinados y agrietados de un color rosa pálido. Esos eran los rasgos de su cara que ella observaba cada mañana.  Intento sonreírle al espejo pero en él, solo vio a una chica que intentaba ocultar su pena. Abrió un gabinete en donde guardaba algunas cremas, maquillaje, remedios y unas tijeras; tomo las tijeras y volvió a observarse en el espejo, tomo su largo pelo color negro y lo corto. Vio caer el pelo que iba cortando en el lavamanos y en el suelo.  De sus ojos caían lágrimas, ella se estaba liberando, había cuidado tanto de su cabello creyendo que la hacía ver hermosa, pero ya no se sentía hermosa, ni menos feliz. La felicidad para Rose era solo de un momento, algo espontaneo. Miro su cabello hasta los hombros y lo despeino, preparo el tinte rosa y comenzó a teñirse el cabello. Ya no era una niña, ella iba a cambiar por ella y solo para ella. Nadie iba a impedírselo, ella estaba sola. Completamente sola. Cuando se quitó el tinte su cabello estaba rosa, sonrió, sonrió al ver que ya no era la misma chica, la chica a la que todos veían con pena, o cuando ella pasaba susurraban cosas. Ella seguiría siendo invisible para muchos, ella impresionaría de nuevo a muchos con su cambio. Pero no le importaba, ella cambió para sentirse bonita ella. Camino al guardarropa tomó unos jeans negros, que estaban rotos en las rodillas y en los muslos, una remera con rayas anchas azules, se puso sus típicas vans negras, ella ya estaba vestida. Le gustaba versé en el espejo. Ahora le gustaba su nuevo aspecto.

Se acostó en la cama, en sus dedos daba vueltas un cigarrillos y murmuraba dos frases, de dos libros distintos de John Green.  “Es una metáfora: te colocas el arma asesina entre los dientes, pero no le concedes el poder de matarte.”y la otra “Ustedes fuman para disfrutar, yo fumo para morir”

En su mente repetía esas dos frases, pero ella era de esas personas que fumaban para morir. No importaba cuan insoportable sea el dolor que ella sentía dentro, o solo se sintierá vacía. Fumar solo la tranquilizaba, la relajaba de algún modo. Su madre solía decir “Rose deja de fumar, estas destrozando tus pulmones” y Rose contestaba “De algo hay que morir mamá”  Los ojos de Rose se llenaron de lágrimas al recordarla. Encendió el cigarrillo y se asomó a la ventana mientras fumaba, vio que como el humo se disipaba en el aire, el cielo comenzaba a oscurecerse, las estrellas comenzaban aparecer poco a poco, estas rodeaban a la luna.  

RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora