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No me había dado cuenta de la fuerza que le ejercían mis manos a los libros hasta que la piel me ardió. El rostro de Borislav estaba frente al mío pero éste miraba hacia el suelo, a la hoja que había caído.

No a mí.

Parecía que hablaba para sí mismo, y le echó una leída rápida al documento antes de ponerse de pie. Mi cerebro comenzó a trabajar a mil por hora y no tardó en llegar a la conclusión de que estaba sucediendo lo mismo que en mis "sueños", es decir, él no me veía. Además la joya entre mis dedos lo confirmaba.

Eso era obra del anillo y me hizo preguntarme mucho más acerca de él. ¿Qué tanto podía llegar a hacer esa simple joya? ¿Realmente era magia lo que hacía? ¿Cómo y porqué parecía ayudarme en los peores momentos? Enserio, ¿qué era en realidad y para qué servía?

Cuando Borislav se alejó un par de pasos salí de mi pésimo escondite y me ubiqué frente a él, aún teniendo esa sensación en el pecho de que me podría oír y ver pero no era así. De hecho parecía ensimismado leyendo el papel entre sus manos.

Pasé una mano frente a él.

—¿Hola?

Nada de nada.

—Debo decirlo, lo siento, pero es que tú nariz está torcida y es gigante.

De acuerdo, eso había salido sin mi permiso, había olvidado ponerme el filtro. Una de mis manos tapó mi boca para evitar otra estupidez así.

Retrocedí un par de pasos cuando de pronto me observó, por un momento me asusté y quise correr pero la realidad era que no me veía a mí, sino que parecía pensar en algo.

—¿Qué era? ¿Qué era? —murmuró bajito hasta que lo ví sonreír extrañamente—. Pues claro, me hacen falta más condones.

Mi mandíbula casi choca contra el suelo y sentí un poco de repulsión. Era algo que no quería saber, mucho menos si su vida sexual incluía posiblemente a mi madre. ¿Qué pasó con lo de no sexo hasta el matrimonio?

Dichas esas últimas palabras se marchó a paso apresurado. Después de un minuto tomé los tres libros y corrí lo más rápido que pude hacia mi habitación para encerrarme ahí.

¿Les ha pasado que tienen la respuesta a algo frente a sus narices pero les gana el miedo a ver lo que pueden descubrir? Cómo cuando tienes todo en tus narices pero sientes esa sensación de no querer saber la verdad porque te da miedo que todo pueda cambiar, por el miedo a que todo lo que estuviste viviendo haya sido una farsa. Y así me sentía, en lo más profundo de mí sabía que en esos libros habían verdades —posiblemente las que había estado buscando por tantos días— y que por fin tendría un poco más de claridad en el asunto pero el solo hecho de saber que todo iba a cambiar, que ya no podría seguir ignorando todo lo que sucedía... Me daba escalofríos.

Ahí estaban esos tres libros sobre mi cama, varias veces intenté tocarlos y hojearlos pero transmitían una vibra pesada que me entumecía los dedos y me hacía enseguida dejarlos sobre el colchón.

Me debatí, mientras me mordía las uñas, sobre qué hacer.

Hice un intento en traducir ese idioma pero era absurdo. No tenía conocimiento alguno sobre idiomas pero no había que ser un sabiondo para darte cuenta de que se trataba de una lengua antigua. Ni siquiera en internet hallé algo similar.

Entonces como si se me hubiera encendido un foco sobre la cabeza, se me ocurrió pedirle ayuda a la abuela de Roberth, Rose. Dudé un poco e incluso me tomé mi tiempo para pensarlo.

No sabía qué reacción tendría la señora al verme, ¿tal vez me culparía de la muerte de su único nieto? ¿Me ignoraría? No tenía tiempo para dudas pues temía que pronto llegase mi madre junto con Boris, por eso me cambié con rapidez y tomé un bolso dónde entrasen los libros y corrí escaleras abajo.

DAMIAN (PAUSADA POR CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora