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Con los pensamientos revueltos me bajé del taxi frente al aeropuerto. El amable conductor se había tomado la tarea de ayudarme a bajar las dos maletas de la cajuela, recibió su paga y se marchó con un "que le vaya bien" al que no respondí. Pobre, él no tenía la culpa de mi humor de perros. Solté un desganado suspiro adentrándome a la edificación.

Había pasado el día anterior encerrada en mi habitación, de mis amigos solo Cory se había aparecido con dulces y comida grasosa para pasar la tarde, pero solo estuvo una hora pues una llamada a su celular lo hizo palidecer y marcharse con la excusa de que estaba en problemas por haber metido a una chica en su habitación, cosa que me costó creerle. Había buscado hablar con Diana, le llamé cientas de veces por teléfono pero en ninguna contestó.

Nunca me había considerado mala persona, y si en algún momento lo fui no lo hice con propósito de hacer el mal pero aquel día me sentía la peor escoria. ¿Estaba bien sentirse así de mal? Estaba dejando mi vida atrás y mi única preocupación era el estado de mi amiga.

Los recuerdos de papá, su oficina, sus libros... Todo. Mi habitación, mi preparatoria, mis amigos y familia —aunque poco unida, les tenía su aprecio— y sobre todo yo. Porque así era, sentía que la Sophia Anderson que se acercaba cada vez más al área de abordar no era yo. Es difícil explicar con palabras un sentimiento tan intenso como el que sentía: desilusión, estaba dejando mis sueños a un lado; tristeza, había lastimado a mi mejor amiga y sabía que posiblemente recaería en depresión. No sabía yo que algo estaba cambiando en mí.

Tenía ira conmigo misma por no luchar un poco más y lograr convencer a Claire de cancelar toda esta locura. Me sorprendía el grado de calma con el que me estaba tomando todo esto: la verdadera Sophia no habría aceptado esto y se habría negado hasta el final pero, caso contrario, no hice mucho. Solo aceptar mi realidad.

—Todo va a estar bien, hija —murmuró Claire al llegar a mi lado, juntas en la fila para abordar.

No respondí, a pesar de no hacer un caos con mi actitud tampoco estaba de humor.

—Abordaré el avión solo si me prometes que puedo volver a visitar a mis amigos en mis días libres —exijí. Era una idea que venía abriéndose paso en mi mente cada vez con más fuerza.

Tal vez fue mi mirada triste o le picó un bicho, pero asintió.

—Prometo.

***

El frío era más intenso que en Vancouver, lo noté porque sentí los huesos entumecidos. Parecía que la temperatura estaba bajo cero, aunque no podría confirmarlo. Pisar suelo inglés no me hacía mucha ilusión y ver un mensaje de Diana solo empeoró mi estado de ánimo.

Quizá había aceptado venir porque sabía que mamá tenía razón, que no habían opciones pero me costaba tanto aceptarlo que prefería buscar mil excusas antes que darle la razón. Pero eso jamás se lo admitiría.

"Lo siento, no debí actuar así. ¿Aún podemos vernos?", decía el mensaje.

Con el corazón en mil pedazos negué a su petición en un simple mensaje que resumía lo que estaba pasando: ya me había ido, era demasiado tarde.

Tardó minutos en responder, sabía que quizá se estaba sintiendo peor.

"Prometo que iré a verte, solo dame unos días", agregué cuando ví que se desconectó.

Me mordí la lengua, aguantando las ganas de despotricar a los cuatro vientos que estaba aquí obligada.

—Allí está —escuché a mamá murmurar.

DAMIAN (PAUSADA POR CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora