20

3.5K 307 30
                                    

Estaba en el limbo, mis sentidos estaban despiertos pero no tenía poder sobre mi cuerpo. No paraba de preguntarme el motivo de mi inesperada debilidad. Me pesaban los párpados por lo que me era difícil ver en dónde estaba, de lo único que tenía certeza era de que estaba en la camioneta de Damián: su olor característico a menta y perfume lo confirmaba.

Entreabriendo los párpados pude ver a través de la ventana aunque no logré identificar nada, la velocidad a la que íbamos hacia ver todo como manchas borrosas. El cinturón de seguridad cruzado en mi pecho me salvaba de no irme hacía adelante pues poco podía controlar mi cuerpo.

No puedo explicar la sensación de dolor que tuve al girar mi cuello en dirección a Damián, quién conducía. Ardor y dolor, mis músculos entumecidos, parecía tener tortícolis pero mucho más fuerte de la normal. Un leve quejido de dolor emitieron mis labios.

—Ya casi —lo escuché murmurar.

Me dedicó una mirada que me pareció lastimera pero cuando quise hablar mi garganta ardió como si estuviese en carne viva y me sentí sofocar incluso cuando la temperatura era helada, una de mis manos presionó ligeramente el cuello y eso solo empeoró la situación.

Comenzaba a hiperventilar, sentía dolor en todo el cuerpo y el no poder hablar ni moverme me hacía desesperar. Cada vez sentía como me dolían más y más partes del cuerpo.

—Joder... —susurró cuando, al mirarme de reojo, notó un rasguño largo en uno de mis brazos.

A mí también me había dejado sin palabras cuando lo ví: se estaba tornando oscuro, negro, y se estaba hinchando. Cada segundo que pasaba me quemaba más.

Pronto llegamos a la mansión Alekseev y sentí un leve alivio porque de alguna manera aquel lugar era lo más cercano a un hogar que tenía.

Damián estacionó su camioneta y en segundos abrió mi puerta y nuevamente me tomó entre sus brazos. Él observaba a nuestro enderedor como si no quisiera que nadie nos viese y caminó rápidamente hasta dentro. No tardó en moverse hacia la sala y seguir el largo pasillo en el que estaba la oficina de Borislav, aunque siguió de largo y abrió una puerta —con un poco de complicación por llevarme cargada— encontrándonos de frente a unas escaleras que bajaban hacía una oscuridad que me helaba la sangre.

La puerta se cerró detrás de nosotros una vez nos adentramos y una luz se encendió en el techo.

Con el estado en el que estaba sólo alcancé a ver la similitud de esa habitación con la de un cuarto de hospital. Ni siquiera podía preguntarle qué era aquel lugar, ya ni siquiera sentía mi garganta.

—Esto no debió pasar —murmuraba mientras me dejaba suavemente sobre lo que parecía una camilla.

Marcó algo en su celular y dijo un par de palabras a través de una línea telefónica antes de colgar.

Intenté ponerme de pie pero eso sólo generó presión y más dolor.

Y él solo tomó asiento en una silla mientras me observaba sin expresión alguna, su mirada era oscura. Quise pensar que él estaba pensando en una manera de ayudarme, que no me dejaría morir así.

Pasaron unos minutos cuando escuchamos pasos bajando la escalera. Eran Oleg y Aleks quienes venían apresurados y con una expresión de confusión.

—¿Qué jodidos sucedió en el bosque? —fue el saludo de Aleks.

¿Ellos también estuvieron ahí?

Damián negó.

—No lo sé —admitió con molestia y luego me señaló con el mentón—, pero la atacaron. Alguien la interceptó y la mordió.

DAMIAN (PAUSADA POR CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora