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"Él es real, Soph"

Apreté mis ojos sintiendo un mareo venir. Esas eran las últimas palabras que había escuchado antes de perder la conciencia. ¿Quién era real? ¿De qué jodidos hablaba aquél hombre? Me dolía la cabeza, la mezcla entre los tragos y ese encuentro me sentaba mal, me hacía pensar más de lo debido. Mis extremidades se sentían entumecidas por lo que no me podía mover con comodidad. Me removí soltando un silencioso quejido. No sabía dónde estaba cuando pude abrir lo ojos, la verdad que no reconocía aquél lugar.

Frunciendo el ceño me senté, estaba en una cama de sábanas azules, clavé mi mirada al frente: un poster de una banda reconocida. Aquella no era mi habitación en absoluto. Paredes azules, un sillón de cuero color negro a un costado de la cama, un escritorio con una laptop encima y audífonos, un armario cuyas puertas estaban abiertas: ropa de hombre. Mi corazón se aceleró. ¿Qué había pasado? No quería pensar en lo peor pero... me era difícil. ¿Y si...?

—Buenos días —murmuró una voz masculina entrando a la habitación.

Pude respirar al reconocerlo.

—Cod —lo miré—, ¿dónde estoy?

Miró a su alrededor, cómo si estuviera pensando algo.

—Mi habitación.

¿Por qué se me había acelerado el pulso? No entendía una mierda, quizá porque recién abría mis ojos y todavía me dolía la cabeza como el demonio pero siempre había espacio para la duda e incertidumbre, no quería pensar mucho. La única verdad era que nunca, en todos los años de amistad que llevaba con él y a pesar de ser mi mejor amigo, nunca había entrado a su habitación. Nunca lo permitió.

—¿Qué sucedió anoche? —cuestioné, esperando una respuesta a lo que sucedió luego de perder la conciencia.

Entrecerró sus ojos, sentí que me leía la mente. Sus ojos azules emitieron un brillo. La verdad lucía intimidante ese día y no entendía el motivo, ¿que había cambiado en él?

«O quizá algo cambió en mí», murmuró mi subconsciente.

Hasta ese momento me di cuenta de la tensión del ambiente, tan pesado y frío. Cómo si no nos conociéramos.

—Cúbrete. Traeré ropa que fui a ver a tu casa, ya hablé con tu mamá, piensa que dormiste en casa de Diana —escupió, parecía molesto—. Ahí está el baño —señaló una puerta—, por si gustas asearte.

Y se fue.

Aturdida, bajé mi mirada, mi pecho era cubierto por mi brassier. Sintiendo la vergüenza apoderarse de mis mejillas me puse de pie en un brinco y corrí al baño, no sin antes echar una mirada a la puerta que yacía al lado. Parecía antigua y me pregunté que había detrás. Temblé. Mi anillo estaba comenzando a emitir un mínimo brillo, lo noté y me dió curiosidad. Agudizando el oído supe que Cod aún no venía: no escuchaba sus pisadas.

Extendí mi mano y tomé el pomo, una sensación de ardor me hizo quitar la mano la instante. Me había quemado. Mi anillo ahora brillaba con más fuerza. ¿Qué había sucedido? Esa sensación de ardor en la punta de mis dedos me causaba a la vez un gran desconcierto, sentí como mi mente comenzó a trabajar tan rápidamente que una punzada me dejó un poco aturdida. Lo peor era que no encontraba una respuesta lógica para lo que pasó. Fruncí el ceño.

—¿Qué mierda...? —susurré, mi voz sonaba temblorosa. Comencé a pesar que todo era parte de mi imaginación.

Volví a intentarlo, me rehusaba a creer que esa puerta tuviera algo o...

«Joder», maldije en mi mente mil palabrotas cuando de nuevo había sentido ese ardor. Sí, sí quemaba. Y mi anillo sí brillaba, no era parte de mi imaginación.

DAMIAN (PAUSADA POR CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora