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Con el auto en marcha y un silencio solemne yo me dedicaba a lanzar miradas furtivas al chico que estaba al volante. De nuevo parecía que la temperatura disminuía drásticamente y me calaba los huesos pero prefería soportar eso a intentar encender la calefacción o pedirle que lo hiciera y ser víctima de su descortesía y mirada aterradora. No gracias.

El ambiente sobra decir, estaba tenso y era incómodo. Por el sólo hecho de no conocer el lugar es que aceptaba regresarme con él sin chistar.

Una miradita de nuevo para verlo y lo vi con la mirada fija en la carretera que se extendía al frente, ambas manos en el volante dejado ver sus venas al ser su piel tan pálida y tener presión ejercida. Era claro que físicamente podía estar ahí, pero mentalmente andaba en otro planeta. Me removí temiendo por mi vida, él había acelerado un poco más la velocidad y andábamos en una carretera que no era nada parecida a la que recorrimos por la mañana. ¿Donde está la ciudad?

Entonces el auto se detuvo con lentitud y las puertas traseras fueron abiertas, entraron dos personas y el auto se puso en marcha de nuevo.

Me sentí diminuta.

—¿Por qué tardaron tanto? —Damián fue el primero en hablar, o bueno, reclamar.

¿Quienes eran esas dos personas?

—Hubieron algunos inconvenientes —explicó una voz masculina.

La verdad era que tenía miedo de darme la vuelta y ver quienes eran pero yo era muy curiosa y busqué con mis ojos el reflejo del retrovisor: eran dos chicos, parecían tener la edad de Damian y tenían la misma pinta que él, ambos intimidaban. Uno de ellos tenía el cabello castaño un poco revuelto, su nariz era respingada y sus ojos tenían un intenso azul que helaba la sangre; el otro chico tenía cabeza rapada y ojos celestes —muy claros, como para ser normal— su tono de piel era sombrío así como la piel de un enfermo en fase terminal y vi lo que parecían ser tatuajes en su cuello.

Pasé saliva cuando sus ojos se conectaron con los míos y quise creer que fue una alucinación ese pequeño brillo que había emitido su mirada.

Mi vista se centró de nuevo en la carretera y no moví ni un músculo más hasta que la camioneta no se estacionó en la mansión.

Nunca me había sentido tan agradecida de estar en ese lugar hasta que puse mis pies en las pequeñas piedrecitas que conformaban el camino a la puerta de la mansión. Había pasado todo el resto del camino pensando en lo que pudieron hacerme esos tres tipos que no conocía de nada. Definitivamente al día siguiente iría con Ryan, lo prefería a él antes que a Damián.

Sintiendo la mirada de los tres chicos a mis espaldas me adentré a la mansión cuando un empleado me abrió la puerta y sin saludar subí las escaleras a paso acelerado hasta encerrarme en la que se supone era mi habitación. No sabía porqué tenía el pecho apretado y el corazón a nada de desbordarse, así como tampoco sabía el porqué mi anillo brillaba con intensidad...

Era el momento, me dije buscando con la mirada la laptop que descansaba en el escritorio y acercándome a ella. Era momento de buscar más sobre mi anillo.

Me senté frente al escritorio y abrí la laptop encendiéndola y rogando que no tuviera contraseña en caso de ser de alguien más. La sorpresa me la llevé cuando se presentó un «Hola, Sophia» en la pantalla y luego frente a mi el escritorio principal. Era para mí aquella laptop.

Dejando de pensar en eso moví el mouse hasta el buscador y accedí a él con dos click. De pronto mis dedos temblaron entumecidos. ¿Por qué estaba nerviosa? Era absurdo... Mi anillo no era nada del otro mundo...

La cuestión era qué iba a escribir en el buscador para tener la información que quería...

Pasé minutos buscando con palabras clave, como «anillo que brilla», «anillo con luz propia», «anillo que quema mi piel» pero solo encontré alusiones a que mi anillo podía estar hecho de piedras "mágicas" de fantasía diseñadas por marketing porque llamaban la atención a las chicas.

DAMIAN (PAUSADA POR CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora