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—Siéntete como en casa —pidió amablemente Roberth luego de cruzar la entrada.

Era difícil no querer detallar la estancia. Parecía ser una sala. Todo era en madera y habían objetos extraños en el lugar. Algunos símbolos tallados en madera colgaban del techo, habían animales disecados y cientos de libros en estanterías y regados en una mesita en medio de los muebles que era de cuero café. Había cierto olor a especias que me hizo picar la nariz.

El suelo también era de madera, me di cuenta porque al dar un par de pasos crujió mandando escalofríos en mi cuerpo. El lugar parecía sacado de película y transmitía cierto misterio que causaba intriga, incluso había una energía que me tenía comprimido el pecho. ¿Acaso Roberth había mentido? ¿No era un humano?

—Antes de que saques teorías por tu cuenta —dijo viendo mi expresión—, no te he mentido. De verdad soy de los tuyos, un humano.

Asentí.

—Sin embargo —añadió—, mi abuela no lo es.

Eso llamó bastante mi atención. Hizo señas pidiendo que tomara asiento en uno de los sillones.

—Te traje para que la conocieras y para que juntos uniéramos piezas.

—¿Qué es ella?

Suspiró, su mirada castaña brillosa nunca abandonó la mía. De verdad parecía sincero.

—Hechicera —soltó sin más—. No es la más poderosa de todas, pero tiene su puesto en el otro mundo.

—¿Qué es lo que crees que sabes y para qué me contactaste?

—Por años he visto los enfrentamientos entre Kian y Damián en el instituto por lo que me di la tarea de averiguar qué era eso que los tenía en disputa. En el instituto no hay muchos de ellos, casi todos son humanos. Creí haber llegado a una conclusión hace un par de años y cuando tú llegaste lo confirmaste.

Lo miré confusa. El ambiente no era pesado como en la mansión de Damián o el instituto, era más liviano y cómodo, además de que no me daba mala espina ni esa sensación extraña. Lo único era el aura de misterio que envolvía el lugar y pensé tal vez que podía ser debido a algún hechizo.

Había cierta parte de mi que le costaba creer todo aquello.

Mi anillo emitía leves brillos pero no alarmantes. Quizá la joya captaba la magia del lugar.

—¿Cuál es esa conclusión? —pregunté viéndolo tomar asiento justo frente a mí, apoyando sus codos sobre sus rodillas.

Ya no llevaba puesto el saco del uniforme y había arremangado un poco su camisa hasta los codos.

—Pelean porque están en la búsqueda de algo en común. La verdad no sabría decirte quien es bueno o quién es el malo —explicó—. Cada año llegan nuevos estudiantes y algo que me resultó llamativo fue que Damián parecía marcar su territorio con un perfíl específico de chicas: castañas de ojos claros. Sí, así como tú.

—Eso quiere decir que...

—Quiere decir que lo que buscan está relacionado con personas así, no sabría explicarte bien —murmuró, parecía pensar una manera de hacerme entender su punto —. En años pasados también habían chicas similares a ti físicamente en medio de las disputas de éstos dos pero ellas no parecían durar mucho, una semana apenas y luego desaparecían. Pero tú sigues aquí y quiero pensar que significa algo. Quiero pensar que en ti está eso que buscan.

Bueno, eso era tan extraño. Mi corazón aceleró sus movimientos haciéndome cortar la respiración. ¿En mí?

—¿Qué puedo tener yo que ellos necesiten? Soy común y corriente, ni siquiera tenía idea de todo esto hasta que llegué aquí.

DAMIAN (PAUSADA POR CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora