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EL MUNDO ESTÁ HECHO
de historias,
NO DE MICROORGANISMOS.

Con el pasar de los minutos me di cuenta que nadie más que mi madre, se encontraba en aquel cuarto. Sin embargo, me bastó para poder seguir descansando y no seguir pensando.

Quizás no se habían enterado de mi fraude como conductora. De aquel impacto contra mi auto. Mis ojos se cerraron y aunque quería seguir pensando o seguir estando dentro de mi mente.

Estaba tan confundida por estos sentimientos encontrados por una fuente desconocida. No sabía que pensar, entonces me la pasaba pensando en todas aquellas cosas que hacía y después, pensaba de mis acciones.

Siempre me pregunté si alguien vendría a visitarme si tuviera un accidente o encontrara una enfermedad peligrosa. Pero a la única persona que veía era a mi madre. Quien siempre me apoyó.

Aunque una parte de mí decía que nadie más iba a venir, la otra parte refutaba diciendo que hay que tener esperanza. Y sí, tuve esperanza hasta el último día.

Los días pasaron, y nadie se acercó. Ni La Chica De La Pulsera De Elefante. Mi corazón se quebraba con cada uno de sus días faltantes. Necesitaba ver aquellos ojos oscuros y sus manos blancas. Tan blancas que me daban escalofríos, y a veces eran escalofríos eléctricos llenos de lujuria y placer esperando a su visita. Sin embargo, esa pizca de esperanza siguió.

Mi madre habló con el doctor. Dejaron la puerta abierta. No podía escuchar casi nada, pero el rostro de mi madre dijo mil palabras y al mismo tiempo ninguna. Me quedé con el corazón en la boca esperando que me diera el mensaje. Sin embargo, nunca llegó. Ella no entraba, se quedaba a fuera, sentada en aquella silla que cada que la veo me trae recuerdos profundos y enredados. Al paso de las horas, ella entró con el rostro hinchado y supuse, que fue de tanto llorar.
Se acercó, tomó mi mano y me dijo lo que no quería escuchar. Me rehúse a qué así fuera, que era un error, que esa planilla no era mía.

Los meses pasaron, mi pierna se volvía cada vez más hinchada. No dolía, pero mis huesos sí. Y adelgazaba muy rápido, comencé a preocuparme pero los doctores y médicos decían que era normal que eso ocurriera.

TENDRÍA QUE PENSAR
que me está pasando,
PERO ES QUE ESTOY
cansada de pensar.

Aquel dolor en los huesos. Bajar de golpe de peso. Aquella misteriosa hinchazón en la pierna, era que tenía cáncer. Mi cuerpo ya estaba infectado con aquella porquería, y dudaba que tuviera una oportunidad. Mi madre le decía tumor. Los doctores me decían que era un sarcoma. Me dijeron que debía hacerme quimioterapia, que sería más efectivo.

Y lo que yo creía que sería más efectivo, era un beso de La Chica De La Pulsera De Elefante. Y sin duda una lamida de aquella lengua que deseaba a momentos de añoranza. Su boca. Su lengua. Su cabello oscuro y despeinado.

La quería tanto. Y ella a mí sin nada que decir.

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La Chica De La Pulsera De Elefante © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora