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¿Y SI ES LA PERSONA
pero no el momento?

¿Qué se supone que le diría?

¡Hola! ¿Estoy enamorada de ti?

No. Lo pensé mil veces. No dormí por noches por sus acciones y lo confundida que me tenía. Quería visitarla al hospital. Quería verla. Besarla. Tocarla. Reprocharle porque me confundió tanto. Me decía te amo y luego, se disculpaba.

Yo estaba bien con mi orientación sexual. Más de una vez me hizo sentir mal. Sin embargo, era ella quien debía dar los pasos y no yo. ¿O sí?
Me sentía fuera de lugar, y no sabía que responder.

Hoy fui al hospital, pero no fui capaz de actuar. Entrar. Decirle lo que pienso. Lo que siento. Lo que quiero.
Sentía como estaba atravesando un mar y no tenía remos o un bote. Y sin bote, no se puede hacer nada. Mi mente dijo que me fuera porque era una cobarde y mis pies decían que era la dirección incorrecta. Mi corazón anhelaba más que nada abrir aquella puerta, pasar la cama o subirme a ella y decirle al oído todo lo que alguna vez quise.
Recuerdo que aún ella tiene mi pulsera. Sí. Esa pulsera de elefante.
Me viene a la mente que ahora mismo ella la está acariciando, la mira y piensa que cuando iré. Cuando le hablaré de nuevo. Y eso hace que mi corazón se vuelva un mar picado en una tormenta. Verla con aparatos para que pueda vivir. Y entonces, me giro y salgo de allí.

Los días agasajaron sin pudor. Mis manos temblaban cada vez que pensaba en ella o como se encontraba y mi cobardía. La maldita cobardía no me lo permitía. Sí. La Chica De La Pulsera De Elefante era cobarde, pero ella no debía demostrarlo, ante nadie.

COMO SI FUERA TAN FÁCIL
dominar mi sentir.

Admito que no fue fácil ignorar mis sentimientos por tanto tiempo. Ignorar mis ideas sobre lo que podría hacer con ella. Ignorar el recuerdo de aquella noche de pura lujuria. Ella lamiendo mis pezones y yo, dejándome domar por el placer sin importar nada. Y me comporté tan mal después de eso, que no podía decirle ni una sola palabra. Sin embargo, se lo merecía. ¿Había razón?

No.

Instantes después tomé el coraje necesario, y aunque no era el suficiente lo agarré, lo encerré y me lo llevé. Caminé con pasos apresurados. Y al llegar y tocar el picaporte de su puerta, se abrió la jaula de dónde guarde el valor y se escapó. Sin embargo, ya había abierto la puerta y sus ojos. Sus ojos se encontraron con los míos y no los pude despegar.

Su rostro lleno de lunares. Sus labios finos pero tan deliciosos para besar. Y aunque no quería, me contuve por la ética y mi razonamiento como un humano común y corriente. Y aun así, con la cara imperturbable, deseaba su lengua en todas partes y esquinas.

Me acerqué para tomarle la mano. Y ninguna de las dos, tanto como ella y yo. No despegamos los ojos de ninguna. Sin embargo, no fue lo que pasó.

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La Chica De La Pulsera De Elefante © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora