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— ¿Qué? — Preguntó atónito el chico de cabello negro azulado y rostro ojeroso

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— ¿Qué? — Preguntó atónito el chico de cabello negro azulado y rostro ojeroso.

— ¡Que me gustas, Law!—Repitió el rubio con cejas en forma de espiral. Su rostro estaba completamente rojo y su respiración se aceleraba conforme el silencio se extendía entre ambos personajes.

Trafalgar miró de arriba abajo al rubio, ciertamente era atractivo, no lo iba a negar, sin embargo no quería estar en una relación amorosa en los próximos mil años. Simplemente no podía imaginarse a sí mismo en una relación, era algo completamente ridículo para alguien como él.

Law suspiro algo agobiado, el día recién estaba empezando y ya lidiaba con disgustos como tener que rechazar a alguien. No era la primera vez que lo hacía, tanto hombres como mujeres se le habían confesado antes, y sin excepción alguna el ojeroso los rechazaba uno a uno.

Sin embargo esta vez quería ser más amable, conocía al chico desde hacía ya un año y medio cuando empezó sus prácticas en el hospital en el que Trafalgar trabajaba. Sanji, ese era su nombre, era un chico muy eufórico y amigable, sin embargo hacia unas semanas le había comentado al ojeroso que tenía problemas con su familia y estaba realmente agobiado.

—Lo lamento Sanji— Dijo finalmente— No me interesas de esa forma.

Law, dispuesto a abandonar el lugar, se vio repentinamente obligado a detenerse, pues Sanji tomaba su bata para que no escapara tan fácilmente.

— ¿Entonces de qué forma? — Musitó en un tono suplicante el chico, estaba al borde de las lágrimas pero logró contenerlas al mirar a Trafalgar. — Por favor Law, dame una oportunidad.

El nombrado apresó entre sus manos las de Sanji y con firmeza lo rechazo nuevamente.

—No me interesas, Sanji—Se giró nuevamente para abandonar el lugar— Por favor no hagas esto más difícil— Dijo antes de desaparecer por la puerta del lugar.

El resto del día transcurrió bastante calmado, de vez en cuando el ojeroso sentía la punzante sensación de sentir la mirada del rubio clavada a su nuca, pero decidió ignorarlo, con suerte y dentro de unas semanas todo volvería a la normalidad.

Finalmente termino su jornada a las 3:30 p.m., era sábado así que podría descansar de aquel pesado ambiente en el hospital relajándose en su apartamento. Vivía solo desde hacía ya muchos años, su apartamento era relativamente pequeño: consistía en una acogedora sala de estar, una pequeña cocina, y dos habitaciones con sus respectivos baños.

Vivía a unas pocas manzanas del hospital, así ahorraba en transporte y dormía más tiempo en las mañanas, aunque normalmente se trasnochaba adelantando informes y no dormía lo suficiente. De vez en cuando salía a tomar con sus amigos, aparte de eso, su vida consistía en ir a trabajar y volver a casa. Aun así, no se agobiaba en lo absoluto, amaba su trabajo y no podía pedir más de lo que ya tenía, estaba muy conforme con su vida.

Una razón para amarte. [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora