❤️ Capítulo 12 ❤️

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Brenda Jiménez

¿Cómo habría quedado la mosquita muerta de Anelí? Espero que ya esté ardiendo en el infierno. Lástima que no pude quedarme para ver el espectáculo. Había hecho un buen trabajo, lo más probable es que nadie diera conmigo, eso me dijo él. Las dos únicas personas que sabían que había sido yo no iban a hablar, el primero porque era mi aliado y el segundo había sido el pobre repartidor de pizzas. Estúpido, se había dejado seducir por unas buenas tetas y una cara bonita y eso le había costado la muerte. Me hubiera gustado matarlo lentamente, pero andábamos escasos de tiempo, así que tuve que conformarme con darle un simple tiro en la sien.

Estaba tan cómoda sentada en el sillón con mi buen vino tinto, celebrando mi victoria, que me dieron deseos de matar al que estaba tocando la puerta. Me levanté con pereza, pero el timbre seguía sonando sin parar.

—¡¡Va!! —grité bien alto para callar a el que estuviera pegado el dedo en el timbre. 
Me fijé que el nudo de mi bata estuviera bien ajustado, no quería provocar erecciones innecesarias, solo deseaba a Adrián. Abrí la puerta y me quedé congelada frente a las personas que tenía frente a mí. 

— Brenda Jiménez. Tenemos una orden para registrar su casa por ser sospechosa en el intento de asesinato de la señorita Anelí de la Torre —dijo un detective dando la orden a los peritos para entrar. Mierda, quien me mandaría a no deshacerme del uniforme del repartidor y del mercurio.

—¿Es una broma no? —pregunté algo nerviosa —. Yo no he hecho nada y ni siquiera conozco a nadie con ese nombre.

—Apártese y deje hacer su trabajo a mis hombres —volvió a decirme con una voz ruda.
Me separé y me mantuve callada viendo las posibilidades de poder huir, pero era en vano. Si hiciera un movimiento brusco ese detective me derribaría. Observé como registraban mi casa de arriba abajo, cada vez me costaba más respirar.

—¡Tengo algo! —exclamó uno de los criminalistas, enseñando el uniforme ensangrentado. 

—¡Yo también! —dijo otro levantando la mano para enseñar un pomo de cristal- Lo voy a guardar para procesarlo, pero todo parece indicar que es mercurio.

—Señorita Jiménez voltéese —dijo el detective poniéndome las esposas —. Queda usted detenida. Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado, si no puede pagarlo el estado le asignará uno de oficio.

—Esto no me puede estar pasando ¡Yo soy inocente! 

Me sacaron esposada de mi apartamento, bajé la cabeza para evitar las miradas curiosas y reprochadoras de mis vecinos. Hasta que choqué con alguien. Levante mi cabeza lentamente, inhalando esa fragancia que me resultaba familiar.

—Adrián —susurré.

—Eres una maldita perra mal nacida. Pero quiero que sepas que todo fue en vano —me dijo con una rabia desmedida.

—¿Qué quieres decir? —pregunté incrédula. 

—¡Oh! ¿No lo sabes? —negué con la cabeza —. Hiciste mal tu trabajo, eres una estúpida maldita pretenciosa. Me das asco como mujer. Siempre supe que había algo extraño en ti, aunque no sabía qué. Pero nunca imaginé que fueras capaz de tratar de matar a alguien inocente

—Adrián, cariño todo lo que hice fue por los dos. Porque sé que me amas, el problema es que eres muy serio como para dejar a un niño sin padre. Sé que lo que sientes por ella es solo un capricho, en el fondo siempre seré yo ¡Lo sabes!

¿Nos conocemos? Serie #1 "Cabronas ¿Y Qué? ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora