Capítulo cinco

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Capítulo cinco.

Volvió a preguntarse cómo habían llegado a ese punto. No le encontraba ningún sentido y no creía que lo tuviese, pero se maldijo por haber permitido que pasara.

A partir de la insignificante charla que habían tenido en el umbral de su casa, cada vez que salía, el florista se apresuraba a seguirlo con un incansable y constante: "Lovi~". Lo saludaba agitando enérgicamente una mano, le silbaba, le cantaba su nombre para llamar su atención. El acoso se había vuelto algo de todos los días. No podía asomarse al balcón que daba a la calle sin encontrarse con los risueños ojos verdes sonriéndole a la distancia. Las primeras veces se había quedado pasmado sin saber cómo reaccionar, había decidido ignorarlo y seguir de largo con el ceño fruncido. Sin embargo eso llevó a que el florista redoblara sus esfuerzos y se volviese más insistente aún, si era posible. Parecía no entender la clara indirecta de que pasaba de él.

Como no era de los amantes de llamar la atención, pensó que sólo se callaría si correspondía con un pequeño gesto de la mano como vago saludo. Eso parecía lograr que la paz volviera a su calle pero, pasados unos días, el florista no se conformaba sólo con el saludo a la distancia y trataba de acercarse en cada oportunidad para importunarlo con alguna tediosa conversación sobre el clima, sobre las flores o sobre los resultados del último partido de fútbol. Lovino no había encontrado aún el interruptor para hacerlo callar.

Trató de mantener la compostura y el rostro en una neutra expresión de imperturbabilidad. Sabía que no podría seguir escapando por mucho más tiempo de esa ridícula situación.

—¡Loooooovi~! —oyó la voz llamándolo como en esos últimos días apenas el florista lo reconoció avanzando por la calle hacia su auto.

¿Vee~? —Feliciano caminando a su lado ladeó la cabeza buscando la fuente de aquel peculiar llamado.

Se sonrojó pero ignoró todo buscando las malditas llaves para poder abrir la puerta del auto y huir de allí, pero los nervios le impedían funcionar con normalidad y no las encontraba por ningún lado. Hasta esa tarde se las había arreglado para que su hermano no se enterara de la insistente atención que el bastardo tenía sobre él.

—¡Lovi! —alzó más la voz agitando una mano desde el otro lado de la calle esperando que se volteara a verlo.

—¿Se refiere a tí, fratello? —preguntó con inocencia.

—No ¿Dónde demonios dejé las malditas llaves? —como si el mundo estuviera en su contra, los nervios le hicieron tirar las llaves debajo del auto; lanzó una sarta de insultos.

Pensando que no lo había oído, Antonio miró a ambos de la calle y se acercó a ellos limpiándose las manos en el delantal verde de trabajo.

—¡Oye, Lovi! ¡Hola!

Acuclillado en el suelo, Lovino lo observó con los ojos abiertos en pánico, no podía ser tan denso.

—Creo que sí se refiere a tí... "Lovi" —la sonrisa divertida de su hermano lo hizo sonrojarse aún más.

Se incorporó golpeándose la cabeza con el espejo del auto en el intento desesperado de huir, pero el forista ya estaba delante de él con esa sonrisa boba iluminando su rostro.

—¡Ya es suficiente, bastardo! ¡Te callas! —lo señaló abochornado pero la nueva desilusión que se dibujó en la expresión de Antonio lo obligó a agregar de forma titubeante— Buon... Buon giorno, maldición.

Logró abrir finalmente la puerta del auto y se metió para arrancar el motor lo más rápido que le permitía su torpeza momentánea. Su hermano estaba apoyado en el capó sonriendo de forma felina estudiando al florista.

—¡Entras o me voy sin tí, Feliciano!

—Toma, Lovi ¡Espera! —metió todo su torso dentro del auto por la ventana y acomodó una pequeña margarita rosa en el tablero frente a él.

—¡¿Pero qué haces?! —se echó hacia atrás para evitar estar demasiado cerca en el reducido espacio que quedaba entre Antonio y el asiento.

Él le sonrió ampliamente antes de volver a salir del auto.

—Nos vemos, Lovi, que tengas un lindo día.

Apartó la vista ruborizado mientras su hermano subía por el lado del copiloto.

—¿Así que era el sensual florista en persona el que te dejaba todas esas flores?

—Borra esa maldita sonrisa de tu cara o te la quitaré a golpes.

La risa maliciosa de Feliciano se oyó sobre el ruido del motor y Lovino pretendió ignorar sonrojado el saludo de despedida de Antonio en la vereda.

Veee~ Ya era hora de que alguien te hiciera sentir mariposas en el estómago, fratello...

—¡Ya! —protestó y pisó el acelerador. Buscó alguna excusa para cambiar de tema— Concéntrate, la gente no se muere sola, tenemos trabajo.

Vee —suspiró desviando la mirada a la calle que pasaba borrosa a la velocidad a la que avanzaban.

Lovino lo analizó en silencio, creía haber sentido una nota de desánimo en su hermano. Normalmente era el primero en emocionarse cuando tenían trabajos como aquel. Insultó por lo bajo, el idiota macho patatas lo estaba ablandando.

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Margarita rosa: amor tímido o inocente.

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Hola!
Capítulo de hoy algo más corto...
Nos leemos :)

El lenguaje de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora