Capítulo ocho.
—Merda! ¡Rápido!
Empujó con el hombro la puerta de la casa y dejó pasar a su hermano mirando con furia a ambos lados. Llevaba el arma en alto, preparado para disparar si era necesario con la adrenalina manteniéndolo alerta. Apenas Feliciano estuvo dentro de la casa cerró tras él y cerró con las múltiples trabas estudiando el movimiento de la calle por la ventana.
—No nos han seguido, fratello, déjame ver tus heridas, por favor —pidió con los ojos apagados y la voz mesurada. Por su cuerpo corría la misma furia pero no la expresaba igual que su gemelo.
—¡Policias hijos de puta! ¡Voy a hacer volar el cuartel de mierda ese que tienen! —se dejó caer en el sofá de la sala y levantó el teléfono marcando los números con brusca velocidad. Ignoró a su hermano que a su lado y con el botiquín analizaba la gravedad de las heridas.
Había sido una emboscada pero habían tenido mucha suerte para no ser vistos. La clave del éxito de su organización era que ellos, como capi di tutti capi, trabajaban desde las sombras y mantenían el control, de esa forma la policía local no podía acabar con su grupo mientras ellos fueran la cabeza ilocalizable. Habían llegado lejos en los años que obtuvieron el mando por derecho de familia y, por pura suerte, se habían librado esa noche de una redada policial. Les habían tendido una trampa y eso significaba que los tenían en la mira.
Feliciano, en silencio, vendó el brazo de su hermano, una bala había pasado rozándolo pero no era algo grave a pesar de la sangre que había teñido su ropa con el corte superficial. También tenía una golpe en la mejilla que empezaba a inflamarse por lo que intentó acercarle algo de hielo que Lovino apartó bruscamente.
—Tráeme mis cigarrillos —le escupió las palabras y apenas oyó una voz en el otro lado de la línea del teléfono empezó a vomitar insultos en el más fiero tono de autoridad que tenía.
Feliciano se resignó con las heridas y le acercó el atado con cuidadosa atención de la conversación.
Esa noche en el salón privado del restaurante al que habían ido, cuando los disparos les dieron a entender que las cosas no iban como deberían, Lovino había puesto el cuerpo frente a él para protegerlo mientras escapaban a los empujones del lugar por la salida de emergencia en medio de una estampida de gente en pánico.
—¡Despídelos! ¡A Neri, Novella y Michaelis! ¡Bien despedidos! No me importa la mierda de la que te intenten convencer. Capisci?!
Su hermano sabía que cuando "despedían" a alguien era para que terminara flotando en el río.
—Y manda a tus hombres a asegurar el perímetro ¡A todos! No quiero despertarme en la noche con el ruido de balas o iré personalmente a ocuparme de tí. De alguna forma esos bastardos sabían que hoy teníamos este negocio en manos ¡Si me entero que alguno de los nuestros se convirtió en un puto soplón lo voy a descuartizar! Averigua cómo se enteraron ¡Si nos descubren se terminó! ¿Entiendes? ¡Todos terminaremos pudriéndonos en la cárcel!
Colgó el teléfono de un golpe y encendió el cigarrillo aún lanzando insultos.
—Se ha filtrado información —habló por primera vez Feliciano con voz calma y calculadora—. Y no han sido los hombres que mandaste a matar, fratello.
Lovino lo miró con furia contenida.
—¿De verdad estás simulando que no lo sabes, Feliciano? ¡Claro que no fueron ellos! ¡Y me importa una mierda! Su trabajo era asegurar que fuéramos invisibles para los puercos y fallaron —le dió una calada al cigarrillo con los ojos encendidos— ¡Ha sido el bastardo macho patatas ese! Lo sabes, Feliciano, el policía de mierda con el que te has descuidado. No sólo has roto una regla sagrada relacionándote con un puerco si no que además le has filtrado información.
Feliciano se puso de pie con una mirada cargada de ira hacia su hermano pero su voz siguió siendo mesurada.
—Ludwig no nos vendería a los puercos.
—¡Él es un policía, Feliciano! ¡Un puerco! ¡Date cuenta! —se levantó pateando la mesa a su lado—¡Y claro que nos ha vendido! ¡¿Cómo me explicas la organización que tenían esta noche?! —señaló la puerta de la calle en su violenta gesticulación— Sabían muy bien lo que hacían y a quiénes buscaban.
—No fue Ludwig.
—¡Es el hijo del maldito Coronel Beilschmidt que asesinó al nonno! ¿Es que estás ciego, Feliciano? ¡Son de la misma familia!
—Él no ha sido —su mirada era determinada e intensa y Lovino se contuvo para no golpearlo.
Sin embargo sabía que si Feliciano se negaba tan tercamente no lograría hacerlo cambiar de opinión. Le dio la espalda tratando de medir lo que implicaban los hechos de esa noche y qué tenían que hacer a continuación.
—Ludwig no es su padre así como tú no eres el nonno —habló con el mismo exasperante tono mesurado—. Lo que pasó esta noche puede ser una señal de que no tenemos que seguir sus pasos. Una advertencia ¿Pensaste alguna vez en dejarlo? Siempre nos dijeron que teníamos que seguir los pasos del nonno, que era para lo único que servíamos... Pero me pregunto si él hubiese querido esto...
Volvió a verlo a los ojos sin darle crédito a sus palabras, ese no era el mismo Feliciano de unos meses atrás. Dejó escapar el humo del tabaco con lentitud.
—Quizás él no nos ha vendido a los puercos pero, ten por seguro, que sí te lavó el cerebro.
—Quisiera que pudieras verlo tú también como yo lo veo —suspiró y caminó hasta las escaleras—. Duerme algo, fratello, fue un día largo. Buenas noches.
Chasqueó la lengua todavía furioso y se quedó mirando la calle desierta por la ventana.
Claro que lo había pensado, lo había pensado miles de veces. Pero ya no tenían vuelta atrás, con todos los pecados que habían cometido era ridículamente cínico pretender para ellos un camino alejado de la oscuridad. Feliciano era hábil en miles de cosas, pero él... Si no era para dar órdenes o manejar aquel imperio criminal nunca había sido bueno en nada más.
Detuvo la mirada en la floristería cerrada al otro lado de la calle y resopló molesto. Era idiota pensar que había un mundo más allá del que conocía.
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Psss... Hablar como Lovino está muy mal, debería lavarle la boca con jabón.
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El lenguaje de las flores
Fanfiction"A partir de la insignificante charla que habían tenido, cada vez que salía, el florista se apresuraba a seguirlo con un incansable y constante: "Lovi ". Lo saludaba agitando enérgicamente una mano, le silbaba, le cantaba para llamar su atención. El...