latidos de ensueño cap4

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¡Otra vez Tomás!

Hoy nos encontramos casualmente en la verduleria.

                  ¡Me gusta!

Creo que me puse colorada, porque sentí la cara en llamas. Estaba como paralizada por la emoción y, aunque hubiese querido, no hice a tiempo a decirle que no soy Olga, así que él sigue todavia convencido de que soy la hija de la empleada doméstica.

Cuando lo vi me sobresalté, aunque no quise que lo notara, y mucho menos queria hablarle. Fingi estar muy concentrada en la compra de frutas y verduras. Pero después fueron suficientes algunas palabras suyas para hacerme cambiar de actitud.

Me dijo que la rubia tan linda se llama ludmila y que ¡¡¡no es su novia!!!

Me lo aseguró y yo le creo.

¡Cómo me equivoqué! Típico de mí, claro, dejarme engañar por lo que veo. Ya me pasó muchas veces. Veo, escucho, creo entender.

Así es como me invento cosas que no existen.

Recuerdo muy bien un episodio que es un claro ejemplo: tendría unos once años y en ese periodo vivíamos en Londres, una ciudad bellísima en la que estuve el tiempo suficiente para enamorarme de los caballos.

Cada fin de semana íbamos al campo en las afueras de la ciudad, a casa de un amigo de papá. Inspirada tal vez porbla atmosfera, por la elegancia de los jinetes británicos, que saltan obstáculos con sus caballos como si fuera el movimiento más natural del mundo,
Comencé a soñar con andar a caballo.

Un día papá discutía con Elisabeth, mi profesora de ese periodo, una mujer inglesa, de aire severo.

Hablaron sobre que yo no debería intentarlo, de que yo según él tendría que permanecer alejada de esos espléndidos pero peligrosos, animales.

Inmediatamente pensé que papá le estaba ordenando que no me dejara cabalgar. Recuerdo todavia mi llanto sobre la cama, mirando hacía afuera por la ventana, observando la gran torre del reloj, el big ben.

Y en cambio....

...papá sólo estaba hablando de una propaganda que habíamos recibido por correo.

Le estaba diciendo...

¡...que no me llevara al circo!

Como dije, me equivoco demasiado rápido. De todas maneras, todo esto es para decir que aunque en ese momento sentí una enorme desilusión, luego se transformó en felicidad.  Fui a andar a caballo y, ahora cuando puedo, ¡todavia voy!

el diario de violetta (martina stoessel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora