Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, un próspero reino caído en desgracia. La tierra había enfermado y la corrupción la devoraba. Las cosechas se agostaban, los animales morían y el hambre consumía a sus gentes. El príncipe del reino, afligido por la miseria de su pueblo, juró acabar con su sufrimiento.
Decidido a encontrar el remedio, abandonó a sus padres, a sus hermanos y a sus amigos; dejó atrás su patria y partió hacia lo desconocido. Cruzó valles, montañas y ríos, tempestuosos océanos y desiertos de horizontes infinitos. Se internó en la profundidad de un espeso bosque y caminó hasta que el sol se apagó entre el verdor sombrío. Muchos días moró en la perenne noche, exhausto y sediento, hasta que se supo perdido. Fue entonces cuando oyó palabras en la brisa, entre las húmedas hojas y las ramas retorcidas.
"Sigue mi voz", decían.
"¿Quién eres?", preguntó el príncipe a la invisible presencia.
"Sigue mi voz y te guiaré hasta el río".
El príncipe fue en pos de la misteriosa voz, que lo condujo hasta un riachuelo como había prometido. Allí bebió hasta saciarse, y tras vadear el manso cauce continuó río abajo por la otra orilla. Pero entonces un pesado sopor se adueñó de él y, sin poder dar un paso más, cayó dormido junto a la corriente cristalina. Allí, yaciendo en un lecho de amapolas, lo hallaron los hermanos mellizos: dos jóvenes idénticos y a la vez tan distintos como dos caras de la misma moneda. Aquellos bosques eran sus dominios, y quienes allí se aventuraban nunca volvían a ser vistos.
"Yo lo vi primero", dijo un hermano. "Por lo tanto, es mío".
"Yo lo reclamo", dijo el otro, "porque lo atraje hasta el río".
"¿Cómo lo resolveremos?".
"Lanzaré una moneda".
Así lo hicieron, y la moneda giró y giró...
¿Que qué sucedió? ¿Acaso importa? No es más que un cuento, un sueño, un truco de la memoria.
"Sigue mi voz, príncipe, largo tiempo has dormido. Despierta, príncipe perdido".
"Despierta".
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Enjolras abrió los ojos a la luz cegadora de un lugar desconocido.
Un techo blanco llenaba su campo de visión a través de la niebla de sus sensibles retinas, heridas por la súbita claridad. El resto de sus sentidos estaban transmitiendo información que no comprendía: dolor, olores químicos, náuseas y aquel pitido intermitente que se aceleraba al ritmo creciente de sus latidos.
El pánico lo asaltó cuando cobró conciencia de sí mismo. ¡No sabía dónde estaba y apenas podía moverse! Se incorporó a pesar de la debilidad y del intenso dolor y se bajó de la cama.
―¡Espera, espera! ―oyó que exclamaba una voz.
Sufrió un repentino mareo, las piernas no le respondieron y cayó al suelo entre un estrépito de metal y cristales.
―¡Dios! Oh, joder. Espera, no te muevas...
El dueño de aquella voz apareció en su campo de visión un momento después, apartando el gotero caído para arrodillarse frente a él.
―¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? ―le dijo sosteniéndolo con cuidado.
―¿Qué me pasa en las piernas? ―jadeó Enjolras presa del pánico. Lo asustó el sonido de su propia voz, enronquecida y áspera.
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La corriente dormida | Les Miserables Thriller/Modern AU
FanfictionUn raro don. Una página en blanco. ¿Se pueden enterrar para siempre los errores del pasado? *Historia ganadora de los Premios Versalles 2020 en la categoría Fanfiction*