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Tenía ya alrededor de diez días viviendo ahora con su prometido, pero los últimos tres días no había ido a trabajar por petición de su novio, ya que ella se había sentido fatal esos días. Su energía estaba por los suelos, la fatiga era más común, solamente quería dormir y algunas comidas con solo olerlas eran suficiente para no querer saber de ellas. En las madrugadas se levantaba a vomitar y una vez al despertar, ya estaba harta de eso, odiaba estar enferma. Lo peor era que podía contagiar a su novio, era lo que menos quería. Terminó de darse una fresca ducha y vestirse para salir al doctor, automedicarse no era lo correcto, ¿qué tal si tenía alguna bacteria?, ¿algo le cayó mal? Lo último que recordaba cenar fue unos mochis con una taza de té verde, y esa misma noche los terminó vomitando. Sí, bastante asqueroso pero realista.

Subió a su pequeño auto, no portaba un deportivo de modelo reciente como su novio, ella usaba uno más práctico y menos llamativo. Lo bastante cómoda para hacer sus rutinas, encendió el motor del auto para comenzar a conducir a el hospital. Durante el camino escuchaba música en el radio mientras cantaba alegremente, se sentía bastante bien esa mañana quizás por que se encontraba descansando. Le había costado aprender el inglés, pero su pareja que lo entendía bastante bien le enseñó lo más que pudo para que incluso ambos lograran conseguir a futuro mejores ofertas de trabajo. Gracias a eso han avanzado muchísimo.

Durante el camino, antes de llegar a su destino, su cabeza dio un par de vueltas rápidamente haciéndola marear y hacer sentir un calor subir desde su estómago. Soltó un leve eruto mientras sus ojos se ponían algo lagrimosos, siguió conduciendo hasta llegar a un hospital privado en donde sería más rápido y sinceramente un tanto mejor atendida. Ya que, probablemente le hagan algunos chequeos más rápido.

Bajó del auto con tranquilidad mientras cerraba este con seguridad, caminó a el lugar sin preocupación alguna, cuando nuevamente sintió aquellas enormes ganas de vomitar. Bufó molesta, siguió su camino hasta posarse frente a el mostrador, donde se encontraba una mujer de alrededor unos treinta años.

—Buenos días, había llamado un poco más temprano para hacer una cita.

—Buenos días señorita, dígame su nombre por favor.

—Uraraka Ochako —respondió amablemente.

—Muy bien señorita Uraraka, por favor entre por aquí —le señaló un pasillo.

—Muchas gracias.

Ochako siguió el camino encontrándose con una joven enfermera, le pidió que se sentara para hacer un rápido chequeo antes de que entrara con la doctora. Al igual que pidió datos personales.

—Buen día señorita, tomaré sus datos mientras espera su turno —le señaló la báscula—. Muy bien, mides un metro con sesenta y tres, pesas cincuenta y cinco kilos. Bastante bien —confesó.

Comenzó a tomar su presión y latidos del corazón, mientras colocó su termómetro comenzó con las preguntas necesarias para darle la información al médico.

—¿Nombre?

—Uraraka Ochako.

—¿Edad?

—Veintiún años con nueve meses.

—Muy bien, en unos momentos será tu turno.

Ochako se levantó sin decir más, se sentó un una silla que se encontraba en la pequeña sala de espera. Había unas cuantas personas, y en otros pasillos otras cuantas dependiendo a qué venían al medico. Tomó su teléfono para enviarle mensaje a su novio, ya que él personalmente esa mañana le dijo que si salía al doctor le avisara cada detalle. Quería saber que estaba bien. Los minutos pasaron muy lentos, pero al fin había llegado su turno. Entró a la oficina, el olor de consultorio medico era único. Aclaró un poco su garganta antes de comenzar a hablar sobre sus síntomas.

❥Mi regalo [Kacchako]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora