Hatsukoi no Ehon. [Shinsō Hitoshi]. [HW].

03.

Balancee mis pies en mi pupitre ansiosa, odiaba matemáticas de por sí, pero en estos momentos odiaba mas el hecho de que era la última clase de la mañana para así poder dar paso a la hora del almuerzo.

Recordé las palabras del de cabello morado dejando ver un sonrojo en mi rostro, frustrada tomé un bolígrafo y empecé a darme golpecitos con este mientras soltaba maldiciones en voz baja, intentaba sacarme aquellas palabras de la cabeza pero simplemente no podía.

Kuroiro se giró y me miró sorprendido, al parecer había hecho más ruido del que debía perturbando la paz de mi compañero.

—Perdón. —Miré apenada al albino.

—Quedaras estúpida si sigues golpeándote. —Parecía no impórtale ya que giró y volvió a prestar atención a la clase.

—Ya soy estúpida. —Respondí mientras hacía pucheros y escondía mi cara en mi pupitre.

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La hora del almuerzo ya tenía diez minutos desde que había comenzando y la verdad es que yo llegaba esos diez minutos mirando a la nada pensando de debía subir a la azotea o no.

¿Qué le diría a Shinsō si subía?

No era como si y yo fuéramos amigos o algo, aunque la verdad era que si quería ser tu amiga, pero la verdadera pregunta era: ¿el querría ser mi amigo?

Llenándome de valor caminé hasta la azotea con un paso acelerado, pero al estar frente a frente con la puerta que separaba la puerta con las escaleras del tercer piso todo mi valor se fue al caño dejando mi cobardía salir, negué con la cabeza.

—A la mierda todo. —Y sin más entré.

Pero mi sorpresa fue mayor al darme cuenta de que la azotea estaba vacía, no había rastro de Shinsō Hitoshi en ningún lado, mi decepción fue mayor.

—Todo fue un juego. —Apreté los puños enojada, me sentía una niña pequeña que había sido timada. Me giré para salir de ahí y no volver nunca más.

Pero ahí estaba él, entrando en la azotea con el pequeño gato en brazo, se sorprendió al verme.

—Pensé que no ibas a venir. —Sus ojos seguían fijos en mi, era como si pudiera ver a través de mi y eso solo me provocaba escalofríos.

Esperen, el... ¿había estado esperándome?

—Kuro se escapó fui a buscarlo. —Caminó hasta una de las bancas y se sentó todavía con el gato en su regazo.

Mordí el interior de mi mejilla y seguí viéndolo, volví a llenarme de valor y caminé hasta él sentándome a su lado, otra vez, otra vez solo nos separaban 10 centímetros, sentía como su rodilla rozaba la mía causándome escalofríos.

—¿Kuro? —Sentía como mi garganta quemaba al hablar, mordí el interior de mi mejilla y miré hacia otro lado, no entendía el porqué solo hablarle me hacía sentir tan nerviosa.

—Es su nombre. —Respondió sin mirarme. —O acaso, ¿tú llamas a los gatos "gatos"? —Se giró a mirarme y esta vez pude apreciar mejor el color purpura de sus ojos, resaltaba bien con su cabello.

—Supongo que sí, no lo he pensando. —Reí nerviosa mientras me alejaba medio metro de él.

Empecé a jugar con mis pies ignorando por completo su mirada, era como si el simple hecho de que él me mirara me quemara por dentro era algo incomodo y casi como una tortura.

—¿Por qué siempre estas tan nerviosa? —Volvió a acercarse a mí rozando nuestras rodillas nuevamente.

—Y-yo... —La campana sonó en ese mismo momento dando por finalizada la hora del almuerzo. —¡Debo irme! Adiós. —Y como alma que lleva el diablo salí de ahí.