PROLOGO

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Nina abrió los ojos lentamente, intentando volver a la realidad. Su cabeza daba vueltas y su respiración agitada perturbaba el silencio de la habitación, dejándola sin más opción que levantarse. Se incorporó lentamente, saboreando el frio que se apoderaba de sus extremidades, sustituyendo el cálido abrigo de las colchas durante una noche de pesadillas. Este frío era soportable, por supuesto. Nada comparado con las heladas noches invernales que se vivían en su país.

Descalza, se acercó al ventanal y abrió las cortinas para encontrarse con el inicio de un nuevo amanecer; a lo lejos, en medio de un horizonte de casas y edificios dispares, delgados haces de luz comenzaban a filtrarse por las rendijas que los separaban entre sí. El ascender del sol fue maravillosamente lento mientras su luz consiguió desvanecer el resto de la oscuridad, alejando los monstruos silenciosos que albergaban en ella. El latido de su corazón se fue normalizando conforme sus pensamientos fueron absorbidos por una sensación de realidad. Comenzó a sentir que su cuerpo se calentaba y los trozos de su corazón volvían a reconectarse. Su mente se llenó de fuerza para lo que aquel día tuviese preparado para ella.

Solo hasta que el sol estuvo lo suficientemente alto para que nada se le interpusiera, estiró su cuerpo con un bostezo y volvió a acurrucarse en la cama. Las sábanas estaban frías por los minutos de ausencia y le costó trabajo encontrar una posición cómoda para esperar a las mujeres del servicio que vinieron a ayudarla a prepararse para ir al instituto.

De acuerdo con la rutina de cada mañana, se le preparó un baño caliente y subieron las bandejas con un suntuoso desayuno del que Nina apenas y probo dos bocados. Cuando estuvo limpia y alimentada, con una bata de seda cubriéndole el cuerpo, se encargaron de cepillar los largos mechones oscuros y de corregir el estado desastroso de sus uñas, debido a que en los últimos meses había adquirido el mal hábito de mordérselas cuando estaba nerviosa. Desafortunadamente para ella, Annie, la jefa del personal, vino antes de que terminaran de prepararla.

- Buenos días, señorita - Annie mantuvo la puerta abierta mientras dirigía miradas severas a sus subordinadas - lamento que le hayan molestado tan temprano. Olvide mencionarles que el día de hoy se tomaría la mañana libre - dijo la mujer, aunque por su tono daba entender que sí que lo había hecho.

Las muchachas del servicio murmuraron entre si asustadas y salieron de la habitación con pasos presurosos. Annie cerró la puerta luego de cerciorarse que la última de ellas estuvo al pie de las escaleras, solo entonces se dirigió a Nina otra vez.

- Debería haberlas echado antes, señorita. Su padre le concedió la mañana para que descanse y tenga tiempo de prepararse para la velada de hoy.

Nina sintió un estremecimiento al oír mencionar los planes de su padre, aunque su temperamento estaba lo suficientemente templado para no demostrar sus emociones.

- Lo recuerdo, pero hoy tengo deberes que entregar.

- Su padre se molestará si no regresa a tiempo - estaba claro que Annie no consideraba buena idea que asistiera al instituto, pero Nina estaba segura de que no haría gran cosa para detenerla si era lo suficientemente convincente para persuadirla.

- Bratt se encargará de que regrese a tiempo.

Bratt era el chofer que Dimitre había puesto a su disposición para cuidar de ella. Un hombre entrado en años y carente de personalidad, que siempre se mantenía serio y seguía las indicaciones de Dimitre al pie de la letra. Que en muy raras ocasiones le dirigía a Nina más de tres palabras en una misma oración. Si bien Bratt era un hombre de físico atractivo a los estándares rusos tradicionales, Nina nunca presenció algún indicio de que tuviera novia o familia a quien molestar en lugar de ella.

- Usted sabe que lo meterá en problemas si le pide que la lleve.

- Él siempre me mete en problemas a mí - no era su intención lanzar aquella acusación en voz alta, y mucho menos en frente de una mujer que siempre se mostraba amable, solo que no pudo contenerse. Nina había aprendido a sobrevivir manteniendo un perfil bajo, pero siempre que Dimitre le mandaba llamar era por algún comentario que había salido de boca de Bratt; que si había pedido que le llevaran a algún sitio, que si había estado llorando en el auto, que si se había desmayado. Era un hombre que consideraba relevante cualquier actividad que se saliera de su rutina. Nina se sentía constantemente acosada.

Annie pareció entender que le llevo a decir aquello porque de momento se limitó a ayudarla a ponerse el uniforme y le llevó sus zapatos del armario. Cuando Nina estuvo lista para irse, la mujer le dijo en voz baja.

- Es muy triste que lleve sobre su espalda un sentimiento tan espantoso como lo es el rencor. Bratt solo está haciendo su trabajo.

"Es más triste saber lo que quieren hacerme y no ayudarme".

El rencor era el sentimiento que menos la preocupaba. El miedo y la desilusión eran los sentimientos que ya no la dejaban vivir en paz. Muchas veces creía haber alcanzado el grado suficiente de resignación para continuar con su vida tal cual exigía su padrastro, pero pasadas varias semanas de conseguir hacerlo llegaba otra vez el impulso de revelarse ante todo el mundo. Ese día lo estaba sintiendo, y en esta ocasión sabía perfectamente cual era el detonante de su valentía.

- "Es mejor que mañana te quedes en casa y descanses. Si todo sale bien, podremos conseguirte una alianza conveniente aquí" - fue todo lo que Dimitre tuvo que decir la noche anterior, cuando terminaron de cenar. Nina solo tenía 17 años y le faltaba experiencia, pero sabía que aquello solo podía significar que Dimitre, por fin, había conseguido un pretendiente coreano lo suficientemente modernizado para aceptar casarse con una extranjera. Y ese hombre debía ser muy poderoso para haber despertado el interés de Dimitre Nóvicov.

SU REFLEJO EN ELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora