𝖢𝗁𝖺𝗉𝗍𝖾𝗋 𝟩

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𝙴𝚕 𝚂𝚊𝚙𝚘 𝚁𝚘𝚜𝚊 𝚈 𝙻𝚊 𝚂𝚊𝚕𝚊 𝙲𝚘𝚖𝚞́𝚗

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Luego de cenar, Dumbledore se levantó y comenzó su discurso. Que no podemos ir al bosque prohibido, cuándo serán las pruebas de quidditch y esas cosas. Todo iba normal hasta que un ejem ejem lo interrumpió. Era ella. Dolores Umbridge.

Es probable que la cara se me haya encogido del asco porque los gemelos me miraron y se rieron.

—Oigan. —ellos me miraron.

—Díganos, señorita.

—¿Creen que cague rosa también?

Los gemelos se tuvieron que tapar la boca para no reír a carcajadas. George hasta casi se ahoga.

—¡Estoy impaciente por conocerlos a todos y estoy segura de que seremos buenos amigos! —Dijo Umbridge.

La mayoría sonrió burlonamente. Yo por mi parte me reí sin pudor alguno. Era incluso más ridícula en persona.

» —El ministerio de Magia siempre ha considerado de vital importancia la educación de los jóvenes magos y de las jóvenes brujas. Los excepcionales dones con los que nacieron podrían quedar reducidos a nada si no se cultivaran y desarrollaran mediante una cuidadosa instrucción. Las ancestrales habilidades de la comunidad mágica deben ser transmitidas de generación en generación para que no se pierdan para siempre. El tesoro escondido del saber mágico acumulado por nuestros antepasados debe ser conservado, re abastecido y pulido por aquellos que han sido llamados a la noble profesión de la docencia.

Umbridge hizo una pausa y saludó con una pequeña inclinación de cabeza al resto de profesores, pero ninguno le devolvió el saludo.

Bostecé e intenté tomar un poco más del jugo de calabaza que estaba en mi copa, pero ya había desaparecido.

—Cada nuevo director o directora de Hogwarts a aportado algo a la gran tarea de gobernar este histórico colegio, y así es cómo debe...

De repente hizo silencio, desconcertando a la mayoría. En su mirada había un deje de molestia que rápidamente reemplazó por uno "amable". Miraba en mi dirección, yo me dediqué a darle la mirada más desdeñosa que pude haberle dado.

—Ejem, ejem. ¿Podría alguien hacerme el favor de despertar a ese jovencito? —mis ojos se abrieron cómo platos y me di la vuelta.

No puede ser.

Leo se ha dormido en mitad del puto discurso.

Los gemelos estaban a punto de explotar, literalmente.

Obviamente algunos se rieron, aunque intentaron aguantar la risa.

—Leo, despiértate no jodas. —murmuré.

𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐎𝐅𝐄𝐂𝐈𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora