1

6.4K 417 603
                                    

Horacio abrió los ojos, la cabeza le dolía hasta más no poder y tenía náuseas. Se incorporó rápido y eso le provocó aún más mareo. Miró la habitación en la que se encontraba, a simple vista parecía la suya pero la decoración era distinta. En la mesita de noche había una foto, donde se podían ver al Comisario Volkov junto a Ivanov, ambos sonreían. Horacio cogió la foto para observarla mejor, pensando en lo destrozado que estaría Volkov tras la muerte de su gran amigo.

—Fue un buen día— Horacio levantó la vista tras escuchar una voz, era Volkov.

—Perdon— Horacio soltó el cuadro dónde estaba y se levantó, pero al hacerlo se tambaleó. Aún estaba mareado.

—Anoche no pudiste soportar lo picante—Volkov se rió agarrándolo.— Y eso que solo le diste un trago. Te subí aquí para que descansaras y te dormiste.

Horacio recordaba haber llegado a la casa de Volkov junto a Conway y Greco, recordaba haber puesto una canción para mostrarle su apoyo a Volkov y recordaba haberle dado un trago a esa bomba atómica. Pero después nada más.

—Gracias Volkov, siempre cuidas de mi

—Bueno somos compañeros, es lo que hay que hacer.

—¿Puedo darte un abrazo?

—¿un abrazo? Emn...bueno...no sé...— antes de que terminara de contestar los brazos de Horacio ya lo rodeaban. Volkov se dejó abrazar, y escuchó como el otro le susurraba en su oído:

—Nico Nico ni

Volkov lo apartó.

—Pero qué cojones— intentaba no reírse pero al final se le escapó una risa.—Bueno Horacio yo debo ir a trabajar, usted no sé qué hará.

—No me encuentro muy bien, así que iré a mi casa.

—Ventajas de ser vecinos, no tienes que andar mucho para llegar.

—Ya te dije yo que era una buena idea, comisario bombón.

—Volkov...— dijo en un tono cansado de tantas veces que le había dicho lo mismo.

Horacio se fue a su casa, tan grande y tan solitaria. No sabía dónde estaba Gustabo, tampoco le importaba mucho en ese momento. El día anterior, en una de las actuaciones en el programa Fame or Shame, una chica llamada Paola había confesado que sentía cosas por Volkov. Quizás estaba siendo un celoso posesivo pero Volkov era para él. Lo sabía desde el momento en que lo vio.

Se echó en la cama y cerró los ojos. No tardó mucho en volver a dormirse.

[...]

QUEEEE ES LO QUE TU QUIERE, AQUÍ LLEGÓ TU TIBURÓN...

El sonido del móvil lo despertó, era Gustabo quién lo llamaba.

—Digamelon

—Horacio! ¿Dónde estás?

—Estoy en casa, dormía. Anoche Volkov me dio algo de beber que no me ha sentado bien

—Asi que bebiendo con Volkov eh, que pillín—el tono de Gustabo era picarón.—¿Habéis hecho el delicioso?

—Gustabo por favor

—Bueno vamos a trabajar

—Uff no sé si estoy para eso.

—¿seguro que es solo el alcohol?

—¿Que más podría ser?

—Vamos Horacio ¡Que hoy me he levantado modo diablo! Vamos a liarla un poco.

—Bueno voy a recogerte ¿dónde estás?

—Te mando ubicación.

Horacio abrió los mensajes para mirar la ubicación cuando descubrió un mensaje de Volkov, que decía lo siguiente:

“Tienes razón, la casa me queda un poco grande, me hace sentir solo a veces. Podríamos aprovechar que somos vecinos y quedar más a menudo, pero poco alcohol que ya veo que no tienes aguante”

Horacio no pudo evitar sonreír al instante. Estaba tan feliz. Pensó qué podría responder, le preguntaría a Gustabo. Le escribió a este último:

“Mejor ven tú a por mí, estoy en casa, me acabo de acordar que no tengo el coche”

Unos segundos después Gustabo le respondió con un:

“En camino”

Horacio se dirigió al cuarto de baño, se desnudó y se dio una ducha rápida. Eso le ayudo a sentirse mejor. Justo cuando acabó llamaron al timbre, era Gustabo.

—Gustabo, Volkov me ha escrito— Horacio le leyó el mensaje anterior

—uuh te está pidiendo una cita

—¿Qué le respondo? He pensado en contestar: Pero en la cama si que tengo aguante, cuando quieras te lo muestro. Y una lengüita.

Gustabo empezó a reírse, Horacio y sus cosas.

—Nonono, eso no hombre. Dile de veros esta noche Horacio, vamos a preparar vuestra cita romántica. Hoy te confiesas.

—¿no crees que eso es ir muy rápido?

—¿y la invitación a la cama no? Venga vamos, te tienes que poner guapo.

—Yo siempre voy guapo, Gustabo, ya lo sabes.

—Con esa cresta das asco, te la tienes que quitar.

—Esta cresta es mi personalidad

—Asi no le vas a gustar.

—Asi me conoció y así me amará.

—Uff de verdad Horacio.

[...]

Volkov llevaba un rato en comisaría, hoy el día estaba bastante tranquilo y no sabía si eso era bueno o malo. Quizás los ciudadanos estaban planeando algo.

—¿Qué pasa Volkov, qué tal anoche?—era Greco, le puso una mano en el hombro en forma de saludo para después ir a la máquina de café para echarse uno.

—¿Qué tal de qué? Horacio durmió en mi cama

—¿Y tú lo abrazaste? ¿Hicisteis la cucharita? Que monos, la mejor pareja.

—No sé de qué hablas Greco. Horacio y yo no somos nada.

—¿Y Paola? ¿Te gusta ella?

—No estoy para líos amorosos, con nadie.

Greco salió de la sala dejando solo a un Volkov pensativo. No quería coger cariño a nadie más y menos establecer lazos amorosos con nadie. Esa profesión era así, tenías que estar preparado para perder a gente en cualquier momento pero eso no significaba que no doliera y no creía poder soportar una pérdida más. Echaba tanto de menos a Ivanov, tanto pero tanto. Habían vivido muchas cosas, había sido su hermano y ahora nada. Se tiene que conformar con llevar flores a una tumba y pensar en todo lo que podrían haber vivido y que ya no podrán.

El zumbido de su móvil lo sacó de sus pensamientos, era Horacio.

“Si quieres podemos quedar esta noche, una cena y charlamos. Así nos conocemos más a fondo”

Le contestó con un rápido y escueto

“Ok”

Para después levantarse y seguir con su trabajo.

[...]

—Joder que duro ¿no? Un “ok” no sé.

—¿Qué más quieres Horacio? Ha aceptado deberías estar feliz.

—Bueno, pero una hora o un: genial me apetece mucho. No sé, algo de entusiasmo.

—Bueno Horacio que va a cenar contigo no con Lady Gaga. Venga cambiate ese chaleco que es muy feo.

—Ya te he dicho Gustabo que yo me expreso con mi ropa y me ha salido así.

Horacio tenía que prepararse, aunque había sido soso Gustabo tenía razón, había aceptado. Por algo se empieza.
¿Cómo sería la cena? ¿Qué pasaría?

Mi Comisario Bombón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora