10

2.8K 260 220
                                    

Horacio estaba sentado rodeado de rostros desconocidos. Solo se acordaba de Gustabo, los demás no le sonaban de nada. Un chico joven de pelo algo largo y negro le sonreía cada vez que él le miraba. Parecía simpático. Se llamaba Segismundo. Al lado de este había otro chico, algo más mayor, vestía semejante al primero y llevaba una especie de boina. Se llamaba Rogelio. Después había otro, con el pelo igual de negro y algo más largo recogido en una coleta. Este se mostraba más serio. Se llamaba Emilio.

—Todos ellos, Horacio, nos van a ayudar a destrozar a los mierdas que te dejaron en coma.— Los chicos antes nombrados asintieron con la cabeza.

—Se le van a quitar las ganas de hacerte más daño, chiquito.

—Bueno Emilio, no te aproveches de que no se acuerda de lo que tú le hiciste— añadió Segismundo.

—¿Y tú qué sabrás eh? ¿Estabas allá acaso cabrón?

—Me lo ha contado Gustabo.

—¡Silencio! En mi banda no quiero secretos. Aquí todos las hemos cagado alguna vez. Lo importante es estar juntos ahora. Tenemos que actuar de nuevo.

—Gustabo yo no entiendo nada y me está empezando a doler la cabeza. Creo que es demasiada información para mí.— Horacio se llevó la mano a la cabeza. La verdad es que sentía un dolor intenso. Aún no recordaba nada— No sé si quiero vengarme, porque ni si quiera me acuerdo de lo que pasó o de lo que se suponen que me hicieron. Es mejor dejar las cosas como están Gustabo.

—A ver, a ver ¿A que huele aquí?— Gustabo comenzó a oler alrededor de Horacio— ¡Uuuuh huele a caquita! Qué pasa Horacio ¿Tienes miedo no? ¿Vas a dejar que te humillen porque tienes miedo? Ahora mismo los que casi te matan están andando tranquilamente por la ciudad riéndose de ti. Pensaba que habías aprendido la lección: no dejar que nadie se ría de ti.

—No...yo no...yo no quiero que se rían de mí.

—Entonces deja de poner excusas y actúa joder— Horacio agachó la mirada ¿Por qué Gustabo no entendía que estaba echo un lío? Sintió la mano de su amigo en su hombro— Horacio sabes que esto lo hago por ti, todos lo hacemos por ti. Esta gente son peligrosa y aún así nos vamos a jugar la vida porque somos familia. Una familia de verdad ¿Y qué hace la familia Horacio?

—Apoyarse, protegerse

—Exacto.

—El Horacio que yo conocí no lo dudaría, acabaría con todos— habló Segismundo— Acabaría con ellos a golpes de dildo se hiciera falta.

—Como el buen joto que eres— siguió hablando Emilio.

—Aún así, Horacio, es mejor que sigas descansando. Acabas de despertar de un coma, ahora mismo no necesitas mucha acción. Nosotros tenemos que encargarnos de algunos asuntos, tú quédate aquí.

—Gustabo, necesito salir— Gustabo negó con la cabeza y le señaló la cama.

Horacio escuchó la puerta cerrarse, se tumbó en la cama y cerró los ojos. No podía dormir. Necesitaba respuestas, recuerdos. Miró por los cajones de la mesita de noche y sacó una vieja fotografía. En ella se podía ver a un pequeño Horacio en abrazando a Gustabo, quién sonreía enormemente. Recordaba el día de esa foto. Ese día su madre los había llevado a la feria. Como si fueran niños normales disfrutando de las atracciones y los espectáculos. Como si su madre meses después no hubiera cogido la puerta para irse. Como si su padre no le pegase palizas cada vez que bebía.

Se levantó de la cama y decidió dar una vuelta por la ciudad. Quizás callejeando recordaría ciertas cosas.  

[...]

Mi Comisario Bombón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora