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Horacio escuchó la puerta cerrarse, Volkov se había marchado. Tenía sentimientos encontrados. Por un lado estaba feliz, joder muy feliz, acababa de tener sexo con Volkov, algo que nunca pensó que llegara a ocurrir. Había sentido los labios de Volkov recorrer su cuerpo, sus manos apretar su trasero y sus gemidos pegados a su oído. Se había sentido en el cielo. Pero después vino el golpe de realidad: Volkov no lo quería ni nunca lo haría.

En ese momento escuchó otra vez la puerta y un señor con bigote y ojos azules corrió hacia él y lo abrazó.

—¿Gustabo? Gustabo.... ¿Estás bien? Que mira que tú no eres de hacer estas cosas.

Gustabo no le contestó, solo lo siguió abrazando. Perdieron un poco el equilibrio cayendo sobre la cama.

—¿Qué tal con tu cuidador? ¿Dónde está?— Gustabo se mantuvo al lado de Horacio, pegado a él. Podía escuchar su corazón latir y eso era muy relajante.

—Gustabo. Esto...Volkov y yo hemos— Horacio no sabía cómo decirlo, sonaba violento y no sabía porque. El de ojos azules lo miró extrañado. Después como si lo hubiese entendido sonrió expectante.

—Dime que es lo que estoy pensando.

—Bueno ¿En qué piensas?

—¿Os habéis trabajado el siempre sucio?— Horacio asintió tímidamente mientras escuchaba los chiflidos en forma de celebración de su amigo.

—Jooder Horacio estás hecho todo un Don Juan — Gustabo agarró de la cabeza a Horacio y le dejó un beso en la frente— Ese es mi Horacio, coño

Horacio empezó a reír, con Gustabo nunca se podía estar triste. Este siempre se había encargado de hacerlo feliz.

—Pero me ha dicho que no me puede dar más de eso.

—¿Y tú quieres más? ¿Quieres una relación sentimental? Es complicado mezclar amor y trabajo eh.

—Lo sé, lo sé. Pero es que me gusta tanto. Yo...yo creo que estoy enamorado Gustabo y estas cosas del amor no se eligen simplemente ocurren, lo sientes y no lo puedes evitar.

—Ya Horacio, pero quizás estás confundiendo las cosas. Quizás no es amor sino necesidad, no sé. Yo si fuera tú no me apresuraba.— Horacio asintió con la mirada gacha.— Hey Horacio, mírame. Que te quede una cosa clara. Vales mucho, muchísimo, y que Volkov por x motivo no pueda o no quiera algo serio contigo no significa lo contrario ¿Lo sabes no?

— Soy demasiado genial para él, si.— Horacio se vino arriba y le regaló a su amigo una de sus más radiantes sonrisas.

—Lo eres, desde luego.

— Oye Gustabo ¿Hacemos algo? Por los viejos tiempos.

—¿Algo como qué? Que ahora somos policías y recuerda que Emilio nos está siguiendo el rastro.

—No sé Gustabo, es que llevo aquí todo el día encerrado. Necesito acción.

—Me parece a mí que ya has tenido suficiente acción, mañana vamos al trabajo. Estoy cansado Horacio, necesito dormir.

Horacio asintió. Entendía a Gustabo pero tenía la mente a mil, miles de pensamientos sobre cómo sería ahora la situación con su superior y no quería pensar.

Por el mismo motivo que Horacio, Volkov se dirigió hacia comisaría. Sabía que no podría dormir y con esto de haber estado con Horacio no había podido trabajar. Le dijeron que Conway no estaba que hoy se había ido a casa. Algo raro. El horario del superintendente parecía no tener fin, podía estar desde muy temprano hasta altas horas de la madrugada sin parar, de un lado a otro y siempre poniendo orden y gritando. Algún día le iba a dar un ataque al corazón.

Mi Comisario Bombón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora