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Volkov aparcó el coche en un sitio abandonado, muy lejos de la ciudad. No había rastro de ninguna persona ni en un km cuadrado de dónde se encontraban.

—¿Volkov qué hacemos aquí?

—Shh— Volkov le puso su dedo índice sobre los labios de Horacio. Lo quería en silencio. Lo miró travieso. Ágilmente se puso encima de Horacio y echó el asiento del copiloto hacia atrás.—Vamos a perdernos un poco.

Volvió a unir sus labios con los de Horacio, está vez con más ansias, mientras que le quitaba la camiseta, dejando al descubierto el trabajado torso de Horacio. Horacio se estremeció al sentir las frías manos de Volkov recorrer sus pectorales a la vez que su juguetona lengua recorría su cuello y clavículas. Las manos de Horacio bajaron por la espalda del comisario hasta llegar al trasero de esto. Siempre había dicho que tenía un buen culo, pero es que al tacto era aún mejor. Apretó las nalgas de Volkov buscando la fricción entre sus erecciones, y consiguiendo escuchar un gemido salir de los labios de su superior. Se fueron desprendiendo de sus prendas, volviéndose más salvajes en cada beso, en cada caricia. No les hacía falta palabras para expresar cuanto necesitaban el rose de sus cuerpos. El ruso quien presumía de ser como un hielo se sentía fuego entre las manos de Horacio, y este el oxígeno que lo hacía arder más y más. Volkov con un último gemido cayó rendido sobre el pecho sudoroso de Horacio quien le acariciaba suavemente la espalda y le dejaba besos sobre la frente. Era un momento tan suyos, su pequeño secreto, su espacio de liberación que ninguno se percató de que habían estado siendo  observados todo el tiempo.

[...]

—Superconway— lo llamó Gustabo — Yo entiendo que usted quiera patrullar conmigo porque soy de lo mejor que tienes en la malla y eso te hace sentir seguro— El superintendente levantó una ceja ante las palabras de Gustabo “¿De lo mejor? Ja” pensó, pero lo dejó seguir— Yo lo entiendo. Pero es que yo sin Horacio no me siento yo ¿Sabes? Yo necesito a mi crestas conmigo.

—¿Para poder mandarle y que él haga todo el trabajo sucio? Además dos alumnos juntos no tienen la suficiente experiencia para combatir a los terroristas. Es mejor así.— de nuevo silencio— ¿Ha pasado algo entre Volkov y Horacio?

—¿No se ha enterado?— Conway negó.

—Bueno como decírtelo. Esto...a ver...ellos han consumado su lindo amor.

El coche se paró en seco. Conway miró sorprendido a Gustabo.

—¿Cómo?

—Si pero al parecer Volkov ha estado siendo muy duro con Horacio y este se ha enfadado. Una telenovela Conway, vaya par.

—Genial. Ahora tendré que lidiar con problemas amorosos en mi comisaría.

—Yo no creo que sean buena pareja para patrullar Conway, seguro que le están dando a otra palanca y no a la del coche.

—Confío en la profesionalidad de Volkov, Gustabín, lleva muchos años trabajando conmigo.— silencio de nuevo— ¿Tanto te molesta patrullar conmigo? Si lo prefieres puedo mandarte con Greco.

Conway miró de reojo a Gustabo, esperando una respuesta negativa de su parte ante la pregunta.

—La verdad prefiero a Greco, es carne joven. No tendré que estar recordándole la pastilla cada dos por tres.

—Cállate capullo

Gustabo se rió por lo bajo y a Conway se le escapó una sonrisa discreta.

—¿Ves? Si te encantan mis bromas. Por eso me quieres de compañeros.

—Silencio.

—Tenerte a ti de compañero es como tener un muro, Conway ¡Alegría a la vida, abuelo!

Mi Comisario Bombón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora