• O7 •

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LuHan no podía salir de su asombro, palabra tras palabra, una más dolorosa que la anterior, gracias al libro que al fin había comenzado a leer, donde le fue explicado la razón del porqué un omega entraba en celo, y era precisamente para poder quedar embarazado; la mayoría de los omegas lograban quedar en estado durante ese periodo, o en la luna llena, donde se aparearían durante largas horas.

Supo para que eran necesarios los supresores siendo un omega soltero, o sin actividad sexual; era para calmarles el dolor, y evitar que algunos alfas se dieran cuenta de su estado, terminando por reclamarles, bajo los efectos de su lobo, durante el sexo.

Y eso no era bueno.

La peor parte de todo aquello fue la parte final del libro, o bueno, las finales, donde, efectivamente hablaba sobre los mestizos, y se dió cuenta del porqué; él era defectuoso, por más que SeHun se lo negó, él era inservible.

Siendo un mestizo omega no podría darle cachorros a su alfa, y si lo hacía, corría el riesgo de morir durante, o después del parto, y si eso sucedía, su alfa moriría con el tiempo; de haber nacido alfa las cosas hubieran sido muy diferentes, iniciando con el hecho de que, de ser así, hubiera iniciado con su actividad sexual casi desde su primera luna llena como alfa semi maduro.

Ese hecho le hizo pensar en SeHun, y preguntarse con cuántas personas, omegas, o humanos, había estado, con cuántas personas, antes que él, se habría acostado, y toda su vida comenzó a recobrar sentido; su madre humana, demasiado débil para soportar el parto de él, un lobo, por qué siempre le regresaban a esa prisión, por qué decían que era defectuoso, y era por eso, porque no podía dar cachorros, no sin morir en el intento.

Él no quería morir, pero deseaba tener cachorros; deseaba darle cachorros a su SeHunnie, y el enterarse de que jamás podría hacerlo lo destrozaba por dentro, tanto que cuando el mayor entró a la habitación, él estaba hecho un mar de lágrimas aún con el libro en la mano.

—¿Hannie? –cuestionó el alto, confundido, y asustado en partes iguales al ver las condiciones en las que estaba su novio.

—¿Por qué me mentiste...? –cuestionó en su lugar, con el tono de voz tan tembloroso que rompió el corazón del mayor.– Dijiste que no había nada de malo en mí, pero no es así; soy defectuoso...

—No mentí, LuHan; no eres defectuoso. –respondió rápidamente, acercándose aún más al menor, terminando por tomar asiento en la cama.

—¡Si lo soy! –sollozó, mostrándole una sección de su libro.– Soy un mestizo, un omega mestizo; soy inservible, no puedo ser tu esposo, yo no puedo... No puedo darte la familia que deseas.

—Oye, Han... –murmuró negando con su cabeza, no podía creer lo que su niño estaba diciéndole.

—Deberías haberte quedado con algún otro, u otra omega completamente lobo, con la que ya te hubieras apareado. –balbuceó, sorbiendo por la nariz, sin poder detener sus lágrimas.– Debías de haber tomado ya a tu pareja, debías de...

—Shh... –le calló, y tomó ambas mejillas, limpiando las brillantes lágrimas.– LuHan, tú eres mi compañero, no hay nadie que necesite más que a ti; sobre los cachorros, podemos hablarlo más adelante, nada te sucederá. –le tranquilizó.

—Mi madre murió por mí. –murmuró en su lugar, y él suspiró, entendiendo un poco de su temor.

—¿Y ella sabía que tú padre era un lobo? –cuestionó, y el menor negó con su cabecita.– Hannie... Tal vez no recibió el tratamiento adecuado, tal vez... Tal vez no sobrevivió porque su cuerpo no estaba reforzado para tener un lobo. –concluyó, y LuHan no sabía exactamente en qué pensar.

Mi Omega III: Mi tierno omega «HunHan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora