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»—❁—«

—SeHunnie... –murmuró LuHan, era un tono tan suave, y dulce que le aceleraba los latidos.– Es hora de despertar, SeHunnie... –prosiguió, y se escuchó a si mismo emitiendo un leve gruñido, que hizo reír al menor; se negaba a abrir los ojos, aterrado de que su LuHan desapareciera, y en su lugar se aferró aún más al desnudo cuerpo del omega, quien repetía nuevamente su nombre.

»—Amor, despierta, o llegarás tarde... –prosiguió, ahora depositado suaves besos en la barbilla del mayor.

—¿Tarde para qué? –cuestionó él con la voz ronca debido al sueño.

—Pues para tu trabajo, tonto. –rió.– Anoche dijiste que hoy tendrías un largo día, ¿recuerdas? –cuestionó, y él finalmente se atrevió a abrir los ojos; podría ponerse a llorar ante la escena frente a él.

LuHan tenía sus rubios cabellos desordenados, además de una dulce sonrisa en sus labios, y sus ojitos brillantes como los de un ciervo, haciendo que un nudo se formara en su garganta, por como parecía un ángel; el cuerpo desnudo del omega estaba apenas cubierto por las blancas sábanas, y la habitación parecía estar más brillante que nunca, dándole un brillo especial a su amor.

SeHun alzó su diestra, claramente notándola temblorosa, y rozó la mejilla del menor, quien mordió levemente su labio inferior antes de inclinarse lentamente sobre él; casi podía sentir los suaves labios del omega sobre los suyos, presionándose con amor, y por más que quiso evitarlo, cerró sus ojos, y la realidad lo golpeó.

Había sido otro sueño.

El alfa rugió, y tiró de sus ataduras de plata, haciendo mover la cama en donde era esposado, mientras que sus hermanos estaban junto a él, viéndose con preocupación, junto con Zico quien les explicaba algo de lo que él no era consciente; no podía escucharlos.

Un nuevo rugido retumbó en la sala, el sonido propio de un monstruo, y no había dudas en que él parecía uno, y aunque tan solo había una semana desde su separación, ya estaba muriéndose, no literalmente, pero se sentía así; el dolor en su pecho se incrementó, haciendo que el agujero pareciera más, y más grande, más profundo.

Había soñado con LuHan cada uno de los días desde que fue exiliado de la manada, desde que su lazo se rompió; desde que quedó tumbado en el césped, gimoteando como un cachorro lastimado, viendo como su ahora ex esposo era cargado por uno de sus hermanos, en las mismas condiciones que él, siendo alejado.

Su lobo perdió completamente el control, y cuando menos se dio cuenta, él también lo perdió, su departamento parecía un campo de guerra; lo destruyó absolutamente todo, y ni pensó en salir de allí, porque de haberlo hecho, los problemas hubieran sido peores.

Aunque si salió esa misma tarde.

Llegó a la casa de sus padres, completamente fuera de sí; sus ojos dorados brillando con intensidad, junto con destellos rojizos, aullando de dolor al escuchar el dolor de su rubio, y hasta hubiera tirado la puerta abajo, de no haber sido detenido por su familia, y alejado de allí.

Estaba volviéndose un salvaje, y necesitaban calmarle, o provocaría su propio fin; su respiración era agitada, realmente jadeando como si fuese un perro, tirando de sus ataduras, siendo completamente inútil, aun así, gruñó, e intentó morder la mano de la enfermera, quien le inyectaba unos sedantes.

Debían de usar una gran cantidad de sedante para que lo dejaran dormido durante unas cuantas horas, intentando apagar el hecho de que, deseaba ver a LuHan, de que necesitaba ver a LuHan; sencillamente, él necesitaba a LuHan.

—LuHan... –gruñó, y ni siquiera pudo reconocer su voz.– LuHan... –repitió, calmándose lentamente, sintiendo los efectos del sedante; ambos sufrían por la pérdida, por el lazo que fue roto, aunque en formas diferentes.

Mi Omega III: Mi tierno omega «HunHan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora