Capítulo 7♠

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Nastya.

Tres semanas.

Hoy hace tres semanas desde que me trajeron, desde que perdí total comunicación con mis padres y amiga, un colapso de tiempo donde también abusaron de mi.
Después de aquella ocasión, cada noche tengo pesadillas de lo ocurrido y miedo de que eso vuelva a ocurrir.

Estoy traumada.

Sigo estando en esta habitación, no he pisado ningún otro lugar, estoy privada de toda salida, y claro estoy secuestrada. Pero ya paso mucho tiempo y no tengo noticias de mi rescate. Solo me siento en el rincón de la ventana que da al enorme patio trasero, observo como la lluvia cae de manera lenta contra el césped largo, como si fuera que mi estadía aquí este en conexión con la lluvia.
Haciendo interminable mi calvario.

Los hematomas de mi cuerpo ya se hacen menos notorios, incluyendo el de mi labio que se llevó la peor parte. La mujer que me había atendido ayudó a que mi estadía no sea tan miserable en este lugar.

Su nombre es Isabel Cooper y tiene cincuenta y ocho años, por lo que me contó es enfermera de un hospital no muy lejos de mi casa y eso explica del porqué esta acá. Justamente salía de turno cuando la secuestraron y trajeron a este lugar para que me atendiera.

Me habló de su familia, es madre soltera y tiene dos hijos que ya son mayores y una nieta de un año con nombre de Mia.

Ella es la única que ha entrado desde entonces, me trae comida y agua, se queda un tiempo conmigo y luego se retira. Me dijo que la encierran en otra habitación que esta a lado de la mía. También que la soltarían cuando mi padre pague el restante.

¿Porqué se tarda tanto?

La lluvia a parado, pero el cielo no da ninguna posibilidad de mostrar los rayos del sol en este día, las nubes grises da un estilo sombrío al patio trasero, lleno de árboles, plantas de diferentes tamaños.

No he vuelto a ver a ninguno de mis secuestradores, por un lado es un alivio y por el otro me atormenta, no tengo ni la menor idea de cuando saldré de este lugar. Tengo mucho miedo y de lo único que estoy segura es que nadie va a poder curar lo que llevo dentro, es agobiante no saber nada, me encuentro en un remolino que a su paso devora todo mi ser.

Me levanto del rincón de la ventana y cojo el vaso de vidrio en el que Isabel me había traído agua en la mañana, lo estampo por la puerta de la habitación ocasionando ruido del vidrio al romperse contra el; cayendo en fragmentos sobre el piso de madera, lo siguiente que agarro es la lámpara de noche tirando contra la pared así consigo que se rompa, lo mismo hago con todo lo que encontró a mi paso, gritando y llorando por mi desgracia de estar en cuatro paredes que parece que poco a poco se juntan, para así ahogándome con mi propia respiración.

—¡Libérenme! ¡Quítenme de este lugar! ¡Por favor! ¡Ayuda!

Cada grito desgarrador que me quema la garganta del dolor, pero aun así no paro.

¡Estoy agotada de esto!

—¡Quiero salir! ¡Ayuda!

Y nadie viene.

Quiero que vengan no me importa si no es para ayudarme.

Ya no me siento viva, estoy vacía.
No aguanto más.

Mi garganta se seca de tanto gritar, pero mis lágrimas siguen cayendo, mojando el suéter que llevo puesto.
Observo la habitación todo esta destrozado, no me importa en lo absoluto. Mi mirada viaja hacia un montón de vidrios esparcidos sobre el suelo, me arrodillo frente a ellos y agarro un pedazo entre mis manos, el vidrio es fino y puntiagudo.

Corazón HeridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora