El Idioma

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Había pasado ya un par de días y los azotes que le había dado su padre por llegar tarde ya no le dolían, lo extraño había sido que ninguno de sus familiares le preguntara dónde había estado para llegar tan tarde, pero era mejor así, aunque seguiría alerta por si acaso.
Empezó a avanzar respecto al idioma de la joven del bosque, era similar al suyo, pero con ciertos toques extraños que no se parecían a nada que conociera, aunque tampoco conocía demasiadas lenguas, por lo que no tenía con qué compararlo y tampoco ayudaba que solo fuese al bosque una vez a la semana. En las siguientes semanas, seguía notando la presencia del Conde, pero no le preocupaba demasiado, ya que estaría cazando por diversión o realizando cualquier otro divertimento típico del noble.
Su hermana Gema parecía haber perdido el interés por los asuntos de Fernán, bien porque él lo ocultaba para que no hubiera nada sospechoso o porque su hermano José había empezado a escabullirse más de lo habitual para visitar a su pareja del momento, de la cual ningún otro miembro de la familia sabía de su existencia excepto los dos hermanos menores.
Alicia sin embargo, se había librado de una vez por todas de ese molesto campesino que la había estado atosigando desde hacía ya dos años, no le molestaba que le prestase atención ni que la alagaran para ablandar su corazón y que se enamorarse de ellos, pero siempre y cuando no la molestasen. Siempre había tenido bastante atención por parte de las gentes de los alrededores, no por su "asombrosa" belleza, sino más bien por los atributos heredados de su madre, que parecían atraer a casi cualquier hombre que pasará cerca de ella. A Fernán le daban igual los atributos que tuviese cualquier persona, porque no le parecía importante, ni siquiera le importaba el amor físico que de vez en cuando oía que mantenían sus padres en la cocina o en cualquier otro lugar que ellos creían seguro o al menos lo suficientemente cómodo; lo único que él buscaba era alguien con quien estar, sonreír y ser él mismo, sin tener que ocultarse, un amor de verdad y real, como aquellos de las historias de nobles de caballerizas, que parecían demasiado ideales.
Aunque ahora que estaba con la joven del bosque, esas historias le parecían tan reales como su cuerpo, sus dedos, su cabello, su ropa; nunca habría creído posible enamorarse de una persona a la que ni siquiera había visto, no lo entendía, pero tampoco le importaba, había dejado de lado algunas cosas y le daba más importancia a otras, como a ellos dos, al bosque, al tiempo que corría tan rápido cuando estaba sentado en aquella limpia y clara agua que ya era parte de sus encuentros diurnos o su agradable y húmeda temperatura que te abrazaba y relajaba. Estando allí las preocupaciones se borraban de su mente desde que la veía hasta que veía como el Sol lo acompañaba a su hogar, o mejor dicho, la cabaña que ahora parecía minúscula e insignificante en comparación con la agradable sensación de amplitud que daba el bosque.
Sólo Fernán sabía lo que pasaba dentro de su cabeza y ya había llegado a un punto en el que veía más opciones que estar el resto de su vida con su familia; ahora debería decidir si avanzar o volver a donde estaba anclado.

El bosque NO encantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora