Al igual que el resto de jornadas que podía, Fernán terminaba veloz sus tareas del día y se marchaba sigiloso a la charca para ver a su amada; aunque esta vez debía llevarse un pequeño cuchillo y un una gruesa tela.
Pasó por el camino y recogió las extrañas setas con cuidado, él solamente conocía la variedad, pero no sabía cómo de venenosas podían llegar a ser ni la cantidad que serían necesarias para acabar con un hombre fuerte; por lo que cogió todas las que encontró y las metió en su zurrón envueltas en la tela raída que llevaba consigo por si se le caían o algún animal las olía y se las comía por error.
Hecho esto, se fue directo al lugar de siempre, una enorme roca plana en su superficie contigua a la orilla de la charca, en la que ambos se sentaban y charlaban sobre todo lo que se les ocurría; más bien, era Fernán el que hablaba y obtenía gestos por parte de ella, aunque no siempre sabía lo que ella quería decir y tampoco conocía su nombre. Esto último lo hacía sentir incómodo, ya que quería notar como el nombre de su amada resonaba en su cabeza y lo inundaba la felicidad cada vez que lo pronunciara y recordara la bella imagen de su primer encuentro en esa misma charca.
Fernán creía que ella no conocía nada más allá de los lindes del bosque, aún más, era posible que ella nunca hubiera salido de esa charca que se abría paso a través de árboles y rocas. Ese día tenía que intentar hacer que ella saliera y descubriera parte de su mundo, aunque solo fuera en los límites del bosque y ella no pudiera apreciar toda la belleza que había por encima de las altas copas de aquellos gigantescos árboles que tapaban casi todo el cielo y la luz, pero que en el agua parecía escaparse de entre aquel tupido manto de hojas y ramas nudosas que hacía la veces de un techo, mejor incluso que el de su hogar.
Se acercó a la enorme piedra lisa, pero no la encontró, era muy extraño, no había ocurrido eso nunca. Se pasó un largo rato recorriendo los alrededores que por alguna razón estaban en penumbra y en varias ocasiones tropezó con raíces robustas, aumentando su sensación de preocupación y terror frente a lo que le podría haber ocurrido. La más densa oscuridad fue asolado el resto del bosque mientras se desesperaba y volvía a casa con el peso de no poder volver a buscarla hasta que tuviera de nuevo suficiente tiempo libre de tareas. Pero justo cuando se ahogaba el último atisbo de esperanza, la vio sobre la roca lisa, algo mojada, pero con un débil rayo de luz del atardecer iluminando una maltracha y pálida tez que lo despedía con una suave expresión de alegría atravesada por una mueca dolor y algo que parecía rabia; entonces sonó un golpe tremendo y todo parecía haberse acabado.
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El bosque NO encantado
FantasyFernán es un joven solitario que vive junto a su familia en una casa en uno de los terrenos del Conde, cercano a un bosque sobre el que se cierne una maldición desde hace tiempo, o eso es lo que dice la gente...