Capítulo VIII

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Tecleaba lo más rápido posible antes de que me pidieran que bajara. Claro que eso no era una obligación, pero si no lo hacía parecería una maleducada. Encontré lo que buscaba. Un artículo lleno de detalles que la prensa había podido obtener. Antes me encontré con bastantes de bastantes artículos que decían bulos que eran más falsos que mi amistad con Abey. El que buscaba decía: Después de la pérdida del científico Mark Stone, y de la gran explosión del parque de atracciones, nos encontramos con la habitación de la adolescente April Stone, que también es la hija del científico fallecido, llena de sangre. Los muebles tapados con sábanas blancas debajo escondían algo que nadie en esta ciudad podría imaginar. Al parecer esta familia esta maldita. Primero su madre murió por pérdida de sangre, siguiente su padre se suicida y la pobre April está perdida en su vida sin guías que la ayuden. Ahora soy la huérfana maldita. Lo que me faltaba.Me levanté de la silla donde estaba sentada y me tiré de cabeza a la cama. Cogí la almohada y le la puse encima de la cabeza presionando hacia abajo. Me estaba autoahogando si es que eso existía. Cuando estaba a punto de presionar más alguien abrió la puerta. Lo supe porque el ruido de la puerta al abrirla, chirría. Me quité la almohada rápidamente pensando que era la Tía Rose. Pero me equivoqué. Vi una pequeña cabellera morena. Era Camila. Cuando me vio corrió hacia mí. Se sentó junto a mí, y sin mediar palabra se acurrucó en mi hombro. La observé sorprendida, pero no la aparté. Ella era la más callada y la más tranquila. Sus dos hermanas eran muy diferentes a ella. La mayor, Carol, era una persona bastante evasiva. Si le decías algo ya empezaba a responderte lo contrario. Pero con sus amigos hablaba como si no hubiera un mañana. Lo sé porque no paraba de hablar con el móvil en su habitación, que justo estaba al lado de la mía. Y no hablemos de Katie. Creo que es la niña más extrovertida y social del mundo. Antes, cuando me vieron por primer vez, Katie estaba tan ensimismada en hacer la masa bien, que ni siquiera oyó cuando su hermana, Carol empezó a ponerse bastante insoportable. Camila era mi favorita. -¡A comer!- dijo el Tío RobertCamila se separó de mí, bajó de la cama y me cogió la mano atrayendo la hacia la puerta. Yo me dejé llevar.Bajamos juntas hasta la cocina. La mesa estaba puesta. Había carne en una bandeja llena de ensalada, puré en un lado. Tenía un amarillento. Había una macedonia bastante grande en el lado derecho superior. Los platos, vasos y cubiertos ya estaban en el sitio de cada uno. Me senté entre la Tía Rose y Katie. Sé que eran mi familia pero estaba muy incómoda con ellos. Menos con Camila, con ella me sentía tranquila. Y ahora no me voy a pasar el tiempo diciéndoos como comimos, bebimos...Cuando terminamos la comida, que fue un desastre porque Carol no paraba de usar el móvil, su madre riñéndola, Katie hablando con su padre de las selecciones femeninas de el colegio... regresé a mi habitación. Sabía que definitivamente no quería quedarme en ese lugar. Es verdad que quería estar con Camila, pero no quería estar en ese barullo que siempre traían ellos. Me senté en la cama y puse mi mirada perdida. Miraba hacia la ventana, pero no la veía, oía el ruido de la calle, pero no la escuchaba, tocaba la suave sábana de mi cama, pero no la tocaba...Y sonó el móvil pitando como si de un momento a otro iba a caer una bomba. Y cayó. La bomba de Carol y Katie. Una decía que había publicado un post falso sobre la otra, y la otra lo negaba diciendo que había estado hablando todo el día con su amiga. Ya os podéis imaginar quién era quién. Mientras la bomba del siglo seguía penetrando en el pasillo, cerré la puerta porque al parecer estaba entreabierta y no me había dado cuenta. No sé porque el reloj sonó justo en el mismo instante que las hermanitas empezaban a chillarse. Una curiosidad del que no he hablado de esta peculiar familia, es que Carol, Katie y Camila tenían el pelo de colores diferentes. Carol era rubia, Katie morena y Camila pelirroja. Volví al ordenador y empezé a hacer diferentes búsquedas. Me dije a mí misma que tenía que encontrar a la persona que había matado a mi padre. Estuve todo lo que quedaba de día hasta minutos antes de la cena. Yo nunca pensé que mi padre tenía enemigos, él era muy amigable con todos. Además, a mayoría de mis vecinos son viejos jubilados. Creo que ni siquiera pueden ir al baño solos. Investigué mucho hasta que llegar a una conclusión. Tenía dos sospechosos: el gerente del parque o el bibliotecario. Esto lo descubrí, porque al ver el artículo anterior supe que lo había escrito un tal Robbie. Después conseguí su número de teléfono, alterando el sistema del periódico. Otra curiosidad, soy hacker. Lo llamé y me dijo que esa información se lo había dado los que trabajan en el parque. Dijo que era castaño y con gafas, que los únicos que son así son el gerente y el bibliotecario. Claramente esa información no fue fácil de obtener. Tuve que decirle que era del FBI y como con eso no bastaba tuve que sobornarlo con dinero, que nunca le daré pero eso él no lo sabe. Y ahora estoy entre esos dos. Creo que me quedo con el gerente, porque conocía más a mi padre. Pero mi instinto me decía que me equivocaba. Cuando estoy segura de que estoy equivocándome a lo grande, me sale un tic en el ojo derecho. Pero lo ignoré. Iba a hablar seriamente con el gerente MientrasCorría, él no podría escapar. Todos creen que escaparán, pero ninguno lo conseguí. Es más, como me sentía generoso estaba andando rápido. Lo alcancé. Cuando estoy a punto de ejecuta a alguien, me gusta revelar mi nombre. Lo cogí por el cuello, revelé todo sobre mí y le clavé el cuchillo hasta que traspasó la garganta. Me deseché del cuerpo fácilmente. Como hice con mis anteriores víctimas.Cuando llegamos a mi piso, lo cargué en brazos y lo llevé a la bañera. Cuando lo vi tumbado, en la bañera, pensé que era la víctima perfecta. Sin hijos, pareja, vecinos, padres... Era un tipo solitario. Según su historial, se había encerrado a sí mismo desde que sus padres murieron. No salía si no era para comprar el pan, que nunca se comía. Así que nadie lo echaría de menos. Cogí el cuchillo y me puse un chubasquero. Lo corté en trocitos iguales. Había hecho eso tantas veces, que los hacía perfecto. Cuando terminé con la carne, los puse en bolsas herméticas y los tire al fuego que calenté anteriormente. Solo me quedaban los huesos. En la bañera, añadí un líquido amarillo, puse los huesos, y empezaron a desintegrarse. Llevó 1 hora y media, pero finalmente se convirtió en un tipo de cenizas. También los puse en una bolsa hermética y los tiré al fuego, que seguía avivando. Pero guardé una parte en una caja de madera. Me gustaba guardar un trozo de mis víctimas. Lo puse en otro bolsa más pequeña y con un rotulador negro, que seguidamente iba a tirarlo al fuego, puse su nombre: Peter.

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