Capítulo 17

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Al despertar, notó que el sol ya se había puesto, y que la noche estaba cerca. Su primera noche fuera ¿habría un lugar en donde protegerse del frío nocturno?

— Hace frío... — se dio cuenta de lo que dijo — ¿Por qué tengo frío? — Se preguntó a sí misma.

Frotó sus manos entre ellas y entre su ropa para aumentar un poco su temperatura; pero no era suficiente, sentía que su flama se apagaba, que era apenas una chispa.

— ¿Por qué no prende...? — intentó encender sus manos. Comenzaba a temblar. Esa nueva sensación la asustaba.

Inconscientemente se abrazó a si misma con fuerza ¿Acaso así eran las noches casi invernales que tenían que soportas los humanos comunes y corrientes? ¿Qué pasaría si no encontraba un lugar en donde resguardarse? ¿Iba a morir así de fácil sin siquiera haber podido intentar nada?

— Les mostraré que... — así, temblando como estaba, se levantó — puedo hacerlo... — por la copa de los árboles logró ver la apenas visible humareda.

A duras penas comenzó a caminar hacia el humo. Sabía perfectamente que donde había humo había fuego; y en donde había fuego debían de haber personas que lo encendieran.

El Plan no era de su agrado, desconfiaba completamente de los humanos después de lo que había presenciado. Pero era su única opción si no quería que la situación empeorara.

— ¡¿Hola?! — llamó al ver una choza — Ayúdenme... — se escuchó rogar a sí misma.

— ¿Niña? — apareció un anciano con leños que la miraba con curiosidad. La miró de pies a cabeza — ¿Qué haces por aquí sola y en esas fachas?

— Yo... — no podía dejar de temblar —... Tengo frío...

— Ven aquí, rápido o acabarás enfermando. — le dijo para que lo siguiera — Vamos, muévete.

Al principio le pareció un anciano un poco extraño, su carácter no parecía amigable; pero el ya insoportable frío de la noche la obligó a seguirlo.

Al entrar, Vesta sintió de inmediato el calor envolvente que emanaba de la chimenea, corrió cerca del fuego sin pensarlo dos veces, ignorando todo su alrededor.

— No tan cerca, querida. Podrías quemarte — dijo una anciana al ver a Vesta tan cerca de las llamas — debiste pasar mucho frío...

A diferencia del anciano, la anciana tenía una voz más cálida y amigable; inspiraba mucha más confianza sin siquiera mirarla.

— ¿De dónde vienes, querida? — preguntó mientras le ofrecía un cuenco de caldo humeante.

— Del Bosque de los demonios... — dijo sin pensar.

— ¿Te refieres a la ciudad junto a ese bosque? ¿Crucife? — Vesta guardó silencio por un momento y pensó bien las cosas.

—... Sí... — sonrió — vengo de ahí...

— Debiste haber caminado mucho... — la anciana bajó la mirada — y debió haber sido aún más difícil si no usas calzado.

— Nunca los he usado... — le devolvió cuenco — gracias.

Vesta se sintió mucho mejor. Sentir el calor volver su cuerpo y dejar de temblar la hicieron sentirse viva nuevamente.

Los ancianos, lejos de ver a Vesta con desconfianza, fueron bastante hospitalarios con la curiosa niña junto al fuego ¿por qué alguien como ella estaba sola, descalza y vestida de esa forma?

— Querida... — preguntó la anciana —  ¿En dónde está tu familia?

— Mi familia... — sonrió con tristeza — ellos... Estarán en peligro si no encuentro como ayudarlos pronto.

— ¿Cuál es tu nombre?

— Me llamo Vesta. — la anciana sonrió.

— Tienes un hermoso cabello — se acercó con una cálida sonrisa y lo acarició con cuidado. Vesta se dejó hacer — las viejas historias cuentan, que las mujeres que nacen con características peculiares como esta tienen "poderes especiales"... — Vesta la miró como si no supiera de lo que hablaba.

— Ella habla de las brujas — dijo el anciano.

— ¡Alfons! — exclamó la anciana. — discúlpalo, este viejo no sabe cuando debe cerrar la boca.

— No se preocupen... — dijo sin quitarle los ojos de encima a las llamas de la chimenea — Me lo han dicho antes...

— Debes tener una vida difícil... — Vesta recordó un momento.

— No... No tanto...

— ¿Hacia dónde te dirijes? — preguntó el anciano.

— Aún no lo sé... Solo sé que debo ir en dirección contraria al sol... Y encontrar un arco de piedra con vidrio que no se rompe...

— ¿Te sientes bien? — preguntó la anciana al ver la expresión de Vesta — te vez pálida... — le tocó la frente —  Tienes la temperatura muy alta.

— Cuidado... — sentía que le faltaba el aire —... Podría quemarte...

— ¡Niña! — exclamó la anciana al ver que Vesta comenzaba a inclinarse hacia adelante.

Vesta acabó por desmayarse en brazos de la anciana cuando jaló de ella. Ya no era el frío lo que la atormentaba. Ahora su problema era algo que nunca antes lo había sido. ¿Por qué ahora sentía que era el calor lo que parecía querer matarla? ¿Qué estaba pasando?



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El Bosque De Los Demonios (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora