El Bosque De Los Demonios (1)

Capítulo 20

El camino de Vesta se volvió menos solitario con el pequeño demonio que caminaba por sus hombros y su cabeza.

— Parece que me conoces... De alguna parte... — sintió el inconfundible ruido del agua corriendo — ¡Es ahí! — corrió hasta llegar a la orilla.

Nunca antes había visto un río tan grande y tan interesante como el que tenía en frente. El fondo negro y brillante a la luz del sol, hacía que que pareciera un espejo reluciente, y que el agua tuviera una temperatura agradable.

— Vamos río arriba.

Mientras caminaba, Vesta fue intentando encender una flama sin conseguirlo.

El pequeño demonio se desplazó por el cuerpo de Vesta hasta detenerse cerca de la alforja. Sintió que algo había dentro, algo malo. Su primera reacción fue la de liberar a la chica de ese peligro; y como un roedor comenzó a roer la correa hasta que la alforja cayó al suelo.

Vesta cayó sentada de la sorpresa al ver que la llama salía de golpe, como una pequeña explosión en la palma de su mano.

— ¡¿Qué pasó?! — exclamó.

Notó la ausencia de su alforja y la vio unos metros más atrás junto con la pequeña criatura, que parecía estarse erizando frente al objeto.

Con la mano encendida, camino hasta la alforja para recogerla. En cuanto la tomó, su fuego volvió a ser una pequeña chispa y la dejó caer, al mismo tiempo que su llama volvía a encenderse.

— ¿Por qué esto bloquea mi fuego...? — Buscó dentro hasta tocar las cuchillas. Entonces su llama se apagó por completo. — elimina demonios y bloquea mis poderes... — miró al pequeño. — con esto soy una humana normal... Por eso sentía frío, por eso enfermé... — miró a la criatura — necesito saber cómo destruirla ¿Sabes dónde puedo encontrar a Raksha?

Inmediatamente después de decir ese nombre, el pequeño demonio corrió en dirección contraria a la corriente del río.

Verlo correr con sus casi imperceptibles patitas, le causó una gran ternura a Vesta. El demonio, al darse cuenta de ello, sorpresívamente cambió su forma parecida a la de un conejo, con patas más largas para ir más rápido.

— ¡Espera! — corrió tras él.

Durante un largo rato, Vesta estuvo corriendo lo más rápido que podía para no perder de vista al demonio, quien por lo visto, sabía perfectamente hacia dónde iba. Sabía a quien buscaba.

No pudo creerlo cuando vio frente a ella el arco de piedra. Era tan maravillosa con esos cristales negros que, al tocar el suelo, desembocaban en el río para seguirlo hacia abajo.

— ¡¿Hola?! — alzó la voz, esperando una respuesta — ¡¿Raksha?!

— ¡Rynna! — apareció una mujer corriendo hacia ella con los brazos abiertos. Vesta no tuvo oportunidad de reaccionar, solo la de dejar caer la alforja. — ¡No puedo creer que al fin estás aquí! — la abrazó con fuerza. — ha pasado tanto tiempo... — la alejó para verla mejor — No has cambiado nada... — parecía querer llorar.

— Yo... No creo haberte visto nunca... ¿Por qué me llamas Rynna? Mi nombre es Vesta.

La mujer la miró con tristeza y confusión. Ella sabía todo sobre Vesta; pero le dolía el que Vesta no lo recordara.

— Veo que tus recuerdos están encerrados en alguna parte... — la tomó de un hombro — pero podemos hablar de eso en mi casa.

El pequeño demonio salto hasta el hombro de Vesta, quedando en frente de la mujer.

— Veo que Cocito te encontró... — no acarició con un dedo.

— ¿"Cocito"? — le pareció un nombre ridículo.

— Él te pertenece... Te ha esperado por siglos desde que eso pasó.

— ¿"Eso"? Espera ¿siglos? — todo era muy confuso.

— Ven conmigo y te contaremos todo lo que quieras saber...

— ¿Hay...más esperado que llegara...? — estaba desconcertada.

— Nuestras hermanas, Ryuka y Remena. Ambas están ansiosas de verte de nuevo. — acarició su mejilla con suavidad y la miró con calidez —Estábamos ansiosas de volver a ver a nuestra pequeña hermana menor...

Todo era muy confunso; pero no le quedaba más opción que seguirla y, aunque le tomara un poco de trabajo, confiar en que ella podía ayudarla.