La diosa con 2 familias

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Las cosas no habían cambiado mucho en Tebas en el tiempo que Olimpia se había ido, básicamente, eran iguales, bueno, casi iguales. 

Polibo y Mérope vivían su día a día, y aunque sabían que Olimpia debía encontrar su lugar, pero en el fondo no querían que se fuera, por eso se sorprendieron tanto cuando alguien toco la puerta del Salón del trono, y sin esperar reacción de nadie, se abrieron de par en par. 

La que alguna vez fue la princesa de Tebas caminaba hacia donde estaban sentados los reyes, solo que esta vez, su piel emanaba un resplandor dorado, su cabello flameaba como el fuego sagrado de la diosa Hestia, y con cada paso que daba, las plantas a su alrededor florecían aun más, y la vitalidad de todos los presentes crecía. 

Olimpia puso una mano en su pecho, e hizo una reverencia ante ellos, a continuación, levanto su cabeza y les dedico una cálida sonrisa. 

Los reyes de Tebas se miraron estupefactos, acto seguido, se levantaron y caminaron lentamente hacia aquella niña que alguna vez llamaron "hija". Cuando Mérope estuvo a menos de 1 metro de ella, acaricio su rostro con su mano, a lo que Olimpia respondió con una cálida sonrisa. 

OLIMPIA: Madre (La abraza) 

MÉROPE: Eres tú realmente . . .  

OLIMPIA: ¿Quien mas podría ser? No he cambiado, sigo siendo esa chica torpe que apenas sabe controlar esto(Hace aparecer un rayo de luz de sus manos)
Ustedes son y siempre serán mis padres, eso nunca cambiará

Olimpia se dio la vuelta, levantó un poco su vestido, haciendo que se vean sus pies, acto seguido, da un pisotón en el suelo, haciendo que toda la habitación brille, luego se arrodilló y puso su manos en el suelo, recitando la siguiente bendición:

OLIMPIA: A partir de este instante, Tebas será próspera sobre otras ciudades griegas, nunca faltará alimento o vivienda a un habitante

La diosa se dio la vuelta y volvió a ver a sus padres adoptivos

OLIMPIA: Construyan un templo para mí y para mí familia aquí en Tebas, y nunca me olviden.

PÓLIBO Y MÉROPE: Como si fuera posible olvidarte

Tras un último abrazo, Olimpia sa acercó a una de las ventanas y la abrió de par en par, revelando a un blanco caballo con alas, quien esperaba a la princesa, este se inclinó y dejo que ella subiera, una vez estando sobre el corcel, Olimpia inclinó su cabeza en señal de respeto a sus padres adoptivos, y se alejó volando.

La princesa del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora