Capítulo 12* Remedios caseros

2.1K 128 11
                                    

POV Draco

Me siento incapaz de dormir, con la leona dormida a mi lado. La noche pasa y yo solamente soy capaz de admirar su belleza, que me he perdido por mucho tiempo. La luz comienza a filtrarse por la ventana y afortunadamente es sábado. Estamos a finales de noviembre y el frío lo tiñe todo de blanco afuera. Me levanto varias veces y cubro a Hermione con más mantas.

Me concedo un momento para rememorar besos y caricias entre ambos. Cierro los ojos y siento una cálida lagrima descender por mi mejilla. Dejo que caiga y la veo perderse en el cabello de mi Hermione. Uno de sus mechones le cubre el rostro y delicadamente lo levanto y acomodo detrás de su oreja. Ella abre los ojos lentamente, son como alas de mariposas a punto de volar.

Permanece inmóvil y siento su mano tocar levemente la mía. Me sorprende y en ese preciso instante creo que lo recuerda todo, feliz me inclino a besarla, pero antes de que mis labios siquiera la rocen niega con la cabeza y me aparta levemente con su mano. Es delicada.

-Malf... Draco. - su cara refleja confusión y le dedico una débil sonrisa para indicarle que siga.- yo... Intentare creerte... Al menos escuchare toda la historia.

Asiento con la cabeza. Ilusionado, puede que esto sea lo que necesita. Sonrío ampliamente y ella me devuelve su hermosa sonrisa. Lentamente acaricio su rostro y la leona cierra los ojos, permitiéndome acariciarla, lo hago con el mayor cuidado posible. Como si de un ser frágil se tratase, a pesar de que ella lo sea, sé que es más fuerte incluso que yo.

- ¿Tienes hambre? - recuerdo de pronto, sintiendo un retortijón en mi estómago. Hermione me sonríe.

-Un poco, pero...- veo los tonos de su rostro convertirse en rosáceos y rojos, lo que me hace sonreír.

- ¿Pero qué, Mione? -digo sonriendo. Ella no se inmuta ante el mote, lo que me alegra.

-No quiero... Que me vean salir de tu habitación. - me recuerda. Y caigo en la cuenta de que es sábado, más de medio día y ella está en mi cama. No puedo evitar una carcajada y le sonrió de lado.

- ¿Por qué? -digo haciéndome el inocente. Se enfurece y me suelta un golpe en el pecho.

Me siento tan lleno y feliz que podría inclinarme y besarla. Había olvidado el tacto de su piel, su aroma, su aspecto por las mañanas, y ahora está aquí en mi cama y está dispuesta a escuchar toda la historia.

-¿Qué te parece que voy por algo para los dos y vuelvo en un santiamén? -digo sonriéndole. No puedo evitarlo, me siento muchísimo mejor que en días, incluso meses.

- ¿Y de dónde lo sacaras? -inquiere dudosa, pero veo que está dispuesta a aceptar.

-Tengo mis contactos. - respondo burlón y ella me mira de mala gana sin poder evitar una risita. - De acuerdo. De acuerdo. No soy tan malo como crees, algunos elfos de la cocina estarán dispuestos a obsequiarme un par de cosas...

Dejo en el aire esas palabras, incapaz de admitirlo pero a lo que me refiero es que esos elfos de los que hablo prepararon cientos de cenas románticas a media noche en la torre de astronomía y la sala de los menesteres. Esos elfos que Hermione abrigo hasta el cansancio con su movimiento PEDDO, en el que admito haber ayudado un montón. Le miro y veo su incredulidad, lo que no sabe es que fue ella quien me cambio.

Voy casi corriendo por los pasillos, aun con el rostro de mi morena grabado en la mente, sus ojos profundos haciéndome jurar que no la abandonaría ahí todo el día, que iría de vuelta en cuanto consiguiera la comida. Su sonrisa al saber lo de los elfos. Ella dormida en mi cama y...

-Oye, Draco. - una voz cantarina y chillona resuena por el pasillo, la identificó como la de Pansy y finjo que no la he escuchado apretando el paso, pero vuelve a gritarme. - Draco, no te vayas.

Esta vez escucho unos tacones caminar hacia mí, no quiero ni pensar en la demora que representará por lo que corro esta vez, y escucho sus pasos perderse.

Los elfos domésticos me recibieron con alegría preguntando por mi leona. Llenándome de recomendaciones y al decirles que estábamos en mi nueva habitación en la antigua ala de adivinación se mostraron encantados de llevar comida y preparar algo especial. Sin importar romper las reglas, pues al fin y al cabo eran empleados no esclavos.

Al llegar a la habitación me encontré con una mujer hermosa de cabello suave y algo mojado, con una de mis sudaderas Muggles puesta, estaba sentada en el piso sobre una manta raída color turquesa y frente a ella un montón de comida.

- ¿Tienes frío, Granger? -le pregunte con una sonrisita sentándome frente a ella.

-Hola. - dice devolviéndome la sonrisa. - si, lo siento. ¿Quieres que me la quite? - pregunta avergonzada.

-No.- respondo. - te queda mejor a ti.

Ella se sonroja y comenzamos a comer. Ella me mira en cierto momento y yo le acaricio levemente la mano.

- ¿Estas lista para seguir con...? ¿Lo que paso?

Ella asiente con la cabeza y se acomoda para escuchar. Y yo inevitablemente me veo obligado a seguir con el relato.

El príncipe de Slytherin & la plebeya de GryffindorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora