Capítulo 21

125 16 28
                                    

—¿Dónde está Jo? —repetí la pregunta dirigiendo mi atención a los orificios negros que tenía por ojos.

—Tú misma lo enterraste. ¿Por qué me preguntas a mi?

—Enterré el cuerpo pero me refiero al resto de él, su alma. Sé que te la llevaste. ¿Dónde está? —repetí la pregunta por tercera vez y con lentitud, remarcando cada sílaba para no perder la pasiencia. No podía aceptar que se quedara con él. Tal vez lo estaba torturando, seguro seguía jugando con él, con su cabeza. Lo seguía haciendo gritar en sueños. No sabía qué era de Jo pero no podía dejar que sufriera. No se lo merecía. 

—Probablemente esté esperando para ser un ángel o para volver a nacer. —no podía tragarme su mentira o se lo quedaría. 

—¡¿Qué le hiciste?! ¡¿Dónde lo tienes?!—na sola idea de pensar que cada segundo que yo pasaba hablando; el señor Jo sufría hizo flaquear mi tranquilidad. Apreté mis manos contra el humo que tenía por capa pero esté se escapó con facilidad al diciparse. Por un momento sentí mucha rabia y volví deseperadamente a tomar aquella nube negra. Lo repetí una y otra vez, lo repetí tratando de alzanzar su esqueleto. Pero obviamente obtuve el mismo resultado mientras su gracia me irritaba en doble.

Respiré profundo. 

Me alejé secretamente frustrada y caminé a su alrededor. Una vez Dami me había dicho que si El sabía que lo necesitaba podría aprovecharse de eso. Era lo que estaba haciendo y no le iba a dar el gusto. Aún si no me lo decía yo podría averiguarlo por mi propia cuenta. ¿Verdad?

—¿Sabes? Ya no me importa, estoy haciendo algo más importante.

—Entonces ahora que ya no te interesa DongHyuk lo haré desaparecer. Ya no me sirve.

—No. Fue una buena carnada sinceramente.—apreté mi mano izquierda con fuerza, donde físicamente tenía el libro. No quería transparentar mis sentimientos pero en el fondo tenía miedo de que pudiera pasarle algo malo. Aunque si desaparecía al menos no sufría a merced de aquel ser maligno. 

Era momento de seguir la purificación. Cerré los ojos para concentrarme en la repulsiva energía que me recorría de pies a cabeza. Esa que recorría mis venas y hacia lenta mi respiración. Podía sentír con más intensidad el revoltijo de sentimientos que me generaba. Aún la rabia de no poder atacarlo y el miedo de perder al señor Jo se mezclaba con el temor de fallar en esto; y que todo lo que estaba haciendo simplemente no funcionara. Me intrigaba saber qué estaba pasando fuera de mi cabeza, qué estaban haciendo las demás, o si Yoohyeon había vuelto a reflejar inocencia en sus ojos. No quería ser negativa pero el hecho de que el demonio no estuviera interactúando conmigo me preocupaba. ¿Qué tal si las demás estaban peleando contra El y terminaban lastimadas?

¡Podía escuchar sus gritos! Bora pedía que parara. "¡Basta! ¡Basta! " No lo dejaba de repetir. Gahyeon lloraba, escuchaba sus lloriqueos demasiado cerca y Siyeon llamaba a mi nombre con violencia. Pero no podía ver qué pasaba, no sabía si era real o falso. Mi corazón se estaba acelerando. ¡¿Dónde estaba Dami?! ¿y Handong? Yoohyeon tampoco aparecía. Necesitaba saber dónde estaban, cómo estaban. 

Temía que ellas estuvieran en peligro aunque también me asustaba la idea de detener el proceso y que todo fuera parte de una ilusión. No quería parar y arruinar todo.

¿Debía seguir o no?

Ya casi no tenía fuerzar para estar de pie, mis rodillas temblaban como hojas sacudidas por el viento. Estaba débil. Queria taparme los oído y no escucharlas más; pero no podía.  "¡Basta!", "¡Minji!", el lloriqueo. Una y otra vez. "¡Basta!", "¡Basta!", "¡Minji!" Llanto. No se detenía. "¡Detente!", Llanto, "¡Basta!", "¡Minji!", llanto. 

¡Yo quería llorar! Sentía mi garganta tan cerrada que dolía. Mi pecho estaba pesado y parecía no obtener el oxígeno suficiente para calmarme. Me estaba asfixando. Quería gritar y no podía. Mi estomago se resolvía, tenía náuseas. Mi cabeza daba vueltas.

Estaba sola.

Y a la vez seguía escuchando sus voces. Sentía mis músculos tensos, no podía moverme mientras un leve cosquilleo subía por mis pies.

Cuerpo duro, entumesimiento, sin movilidad. De no tener el pulso acelerado podría creer que estaba muerta.

¿Qué tal si me estaba muriendo? ¿Qué tal si mi cuerpo mortal no resistía las impurezas del demonio?... ¿Podría ser que sobreviviera? Y si lo hacía ¿tendría consecuencias? De tenerlas seguro serían malas, terribles, catastróficas. 

Podría justificar los gritos a mi alrededor. Parecían todos dirigidos a mí. 

Podría justificar que de pronto ya no sentía nada, ya no escuchaba nada, y lo único que veía era negro.

"Negro" Era la última palabra que Jo había escrito...

Entonces sí estaba muerta. Igual que él.

Cuando abrí los ojos me sorprendí por el simple hecho de ver otra vez, de sentir, incluso de escuchar. Y respirar fue extrañamente agradable.

Los ojos de Yoohyeon me miraban con rabia, con dolor, se la veía preocupada y asustada. Había tantas emociones reflejadas como lágrimas retenidas. Una de mis mejillas ardía. Mi brazo izquierdo estaba lleno de pinchazos, como si muchas agujas estuvieran clavadas. Mi espalda seguro había recibido un enorme golpe. Sentía el aire lleno de polvo y sal al respirarlo; y escuchaba el silencio a mi alrededor ser interrumpido por la respiración dificultosa de la chica frete a mí. Claramente su nariz estaba llena de mocos apunto de salir. No queria levantarme. Entre el dolor muscular y la mirada que compartíamos; la sola idea de moverme parecía arruinar algo mágico. Mi pecho se estaba llenando de un agradable calor. Extrañaba sentir aquello.

Fue cuando noté que me estaba mirando con amor. No. Fue cuando entendí que yo la estaba mirando con amor, con afecto, con algo que me hacía feliz. Me hacía querer sonreir. ¡Entonces no era la primera vez que quería a alguien! Descubrir eso también me hacía feliz. Como a la señora Woohee.

—Unnie...

—Hola—respondí después de una larga respirasión —. ¿Qué pasó? 

—Creo que sería más fácil decir qué no pasó. —esa sin duda era Bora con una sonrisa en los labios. Esos pasos me decían que se estaba acercando.

—Me duele el brazo...—supuse que lo mejor era levantarme y ver mejor qué estaba pasando. Para empezar estaba en el suelo sentada frente a Yoohyeon.

—Tienes una rosa con espinas —una rosa que curiosamente parecía nacer del cuaderno con cadenas y un broche de calavera. Sin miedo pero con cuidado fui desclavandome las espinas. Dolía pero sabía que no iba a durar mucho. Así parecía ser este lugar.—. ¿De verdad no sabes qué pasó? 

—No. No sé lo que pasaron ustedes, yo tuve... Algo. No importa ahora.  ¿Podrían contarme?

.

.

.

11/7/20

El demonio del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora