Capítulo 2

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2-Piri es un tipo de flauta, es peligrosa. ¿por qué ella tenía uno?

Ahora estaba más cerca de averiguar qué era eso que perseguía a Jo. Seguí por mucho tiempo pensando en cómo se relacionada aquel instrumento, pero no encontraba una respuesta que fuera lógica.
De adorno no lo había llevado, ¿o si? ¿habrá querido anotar algo más? Tal vez... "Tal vez", tenía muchos de esos en la cabeza y ninguno terminaba de convencerme.
Ni siguiera noté cuando todo se volvió negro.

La humedad entraba por mis fosas nasales hasta mis pulmones, el bosque tenía esa característica. A toda hora del día, en cualquier época del año. Niebla y humedad reinaban entre la corteza de los arboles y sobre el pasto.
"Corre"  se escuchó en mi oído, como si las palabras las llevara el viento por su rapidez. Voltee.
Esos ojos razgados portaban unos iris oscuros y profundos como un túnel, tan largo que no se logra ver la salida. Su piel iluminada por la luna se hacía ver más blanca que el blanco mismo. En la parte inferior de su rostro una luna en cuarto menguante se formada con sus dientes y la perfección familiar de estos era escalofriante.
Mi corazón la reconoció más rápido que mi mente, haciendo que mi sangre corriera más rápido a lo largo de mis venas. Realmente estaba necesitando que el oxígeno me llegara.

Su sonrisa se agrandó, se estaba acercando.

Comencé a mover las piernas aún con la vista en esa sonrisa que, si bien no me agradaba, era mejor a caer paralizada en esa medialuna, no quería que me atrapara.
Él tenía razón, tu cuerpo reacciona solo ante el peligro. "Se llama instinto de supervivencia, aún somos animales en el interior."
Ahora no quería voltear, no quería volver a ver sus ojos. Se clavaban en mi nuca haciéndome sentir incómoda y la sensación de que había otra mirada puesta en mi solo me daba taquicardias más intensas.
Pero aún con los ojos abiertos no veía a donde iba, frente a mí no había nada. Era como si un agujero negro se tragara todo a mi paso, aún así no me detendría con el riesgo de que llegara a estar cerca.
Corrí, corrí hasta que las piernas ardieron tanto que parecían prendidas fuego. Hasta que mis pies dejaron de responder al pisar algo que doblo mi tobillo. Y lo sentí, tiró de mi brazo, me había atrapado cuándo estaba por caer. Su agarré me soltó lanzandome a la nada misma.

— ¡NO!

Y sentí varios giros en la cabeza, el pecho subía y baja al menos tres veces por segundo, la respiración, y todo el cuerpo en sí, templaban a la par. Sentía que seguía callendo y abrí los ojos chocando con los de Dami que me miraban, por primera vez, dilatos. Y abiertos como los de una lechusa.

Sentí algo de confort aún estando sudada, temblando. Solo rodié a la más baja con mis brazos, ella igual, haciéndome sentir segura.

Quería decir "Es solo una pesadilla" pero luego de trabajar tanto tiempo con el señor Jo había aprendido que los sueños solo eran otra parte de realidad y tenían una importancia descomunal en nuestro día a día.

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Luego de una "pequeña" visita a la biblioteca estaba más informada hacerca del Piri, enfocandome en el área de sobrenaturales que la mayoría tomaban como ficción llegué a una respuesta interesante.
Los nativos del lugar crearon y perfecionaron éste instrumento con el objetivo de lanzar lejos a los demonios que llegaban a sus aldeas, incluía la captura del ser maligno, una ofrenda a la orilla de un mar o rio y una cántico acompañado del Piri, pero por la época no logré encontrar alguna partitura. Por más que la buscara en docunentos más actuales no hubo caso.

No pude entrar por completo al despacho, de hecho hacía un esfuerzo inhumano por no respirar.
Digamos que la materia orgánica inerte se descompone fácilmente en un habiente húmedo, y vaya que el olor me revolvía el estómago, pero devolver mi desayuno no ayudaría.

— Inteligente no enterrar el cuerpo,  Minji. Muy sabio de tu parte. ¿Qué era lo primero que hacía Jo? Seguro no era dejarlo apestar el lugar de trabajo.

— Entonces deja de quejarte y ve enterrarlo.

— ¡No puedo! Ag Aveces quisiera ser tú. Solo hablas y hablas pero no tienes que preocuparte por nada, estás muerta.

— Nop, para eso tendría que haber estado viva en algún momento.

— Sigo sin saber qué eres y me tratas como si supiera todo, no soy tal inteligente.

— Solo sepulta el cadáver. — Odiaba eso, ignoraba todo lo que decía y me decía que haga lo que debía hacer.

— Uhg nunca me gustó su perfume, señor Jo. Pero esto es una exageración.

La mejor parte de todo esto era que las pañoletas gruesas que esabamos en casos como estos, también estaban apestadas, aún así preferí usar la mía ya que mientras más cerca estaba de Jo, peor era el olor.

Yo no era muy fuerte así que cargarlo no era opción, pero seguro arrastarlo sería más sencillo, pensé.
No recordaba cuán agotador era este trabajo, maldije su metro ochenta a la hora de cavar un pozo detras de la casa. Sí, estaba convirtiendo en cementerio a su intento de jardín trasero. Pero no iría más lejos arrastrando un cuerpo por obvias razones, la primera era que ya no podía seguir al llegar a la puerta de entrada.
La segunda era que no quería terminar encerrada entre rejas, acusada de asesinato. Tenía cosas importantes que hacer, como por ejemplo no dejar mi vida vacía y el sellado el cuerpo de Jo para que no sea poseído, no volvería a cargarlo y mucho menos lo exorcizaria.

Terminé de palear la tierra en su lugar cuando noté que había más en mi ropa que en el suelo. Apagué casi todas las velas y luego de juntarlas junto a la pala y el tarro de sal, volví adentro sintiendo una mirada a mis espaldas.

— ¿Ya son las doce?

— No, las diez...

Fruncí el ceño recorriendo la habitación y junto al reloj sobre la entrada estaba ese par se ojos que no veía tan temprano hacía años.
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26/9/2019

El demonio del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora