Capítulo 1

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Eddie cierra los ojos y escucha los sonidos de sus amigos finalmente matando al payaso.

Los abre y escucha: —¡Eddie-Bear, ven a buscar tu almuerzo!

Eddie inhala bruscamente, su respiración entrecortada. Normalmente, esto lo haría zambullirse a por su inhalador. Pero lo había destruido en el ritual. ¿No es así?

Él mira a su alrededor con cautela.

Una cama sin hacer, una cómoda con la ropa cayéndose de ella, una mesa auxiliar con una gran cantidad de medicamentos y una mochila aplastada sobre un escritorio.

Está en su habitación, la de cuando era un niño.

¿Es esto una ilusión? ¿Eso seguía jodiendo con ellos?

Se frota la herida en el vientre, sin sentir nada. Mira hacia abajo y volvió a hacer una pequeña y extraña inhalación.

No hay herida allí, pero sus manos. Su cuerpo.

Se levanta, las piernas se enredan en su edredón. Tropezando, llega al espejo.

Él es... es un niño otra vez.

¿Fue toda su vida una ilusión y ahora se ha desvanecido?

—¿Eddie?

No puede mirar hacia otro lado. —Ya voy, mami.— Su boca se mueve junto a las palabras. No solo eso, sino que su voz se adapta al cuerpo.

Aparta los ojos y comienza a bajar las escaleras. Siente el borde de la barandilla al bajar. Esto se sentía real. Pero, por otro lado, las ilusiones de Pennywise siempre se sintieron reales.

—Eddie querido— Sonia Kaspbrak está parada cerca de la cocina, con las manos en las caderas. —No deberías tomar siestas a medio día; te quitará la energía y luego te enfermarás.

Eddie resiste el ansia de estremecerse. La ilusión de su madre era algo en lo que tenía práctica.

¿Real o falso? ¿Real o falso?

Podría decirle que se fuera a la mierda con la mierda médica, pero si esto era real, podría arrepentirse más tarde.

Eddie abre la boca.

—Está bien, mami. Lo recordare.

Nunca podría decirle que no a ella.

Si esto era una ilusión, era muy sosa. Aburrida, incluso.

Él mira el plato de puré de papas y pastel de carne. Caminando, se sirve algo de brócoli.

Ella solo le servía tanta comida cuando no estaba planeando preparar la cena. Probablemente era culpa del clima; las nubes oscuras hacían que pareciera que ya era de noche.

La lluvia golpeaba la ventana afuera, cada vez más fuerte.

Eddie la mira por un momento. Entonces, se da cuenta de algo.

Deja su plato en la mesa, caminando hacia donde su madre está recostada en su sillón reclinable. Pero se detiene.

¿Qué tan bien respondería ella a él preguntándole la fecha?

Es algo poco común que preguntar, pero no para Eddie. Eddie, quien tiene que tomar medicamentos todos los días.

Le da vueltas en su cerebro. El calendario en la pared le dice el mes, pero no el día. La casa Kaspbrak nunca se molesta en tachar los días a medida que pasan.

Pero su caja de pastillas. Aquello al menos le diría el día de la semana.

Un presentimiento le pica. Se da vuelta y se apresura a subir las escaleras.

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