Capítulo 21

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Eddie gime ante la brillante luz y se tapa los ojos con el brazo. Siente que su brazo está envuelto en algo y el dolor lo atraviesa.

Entrecierra los ojos hacia el cabestrillo, el cual se ha movido ligeramente debido al haberse acostado con él. Un hematoma está floreciendo en la lesión, ocupando casi todo su brazo, el cual se ha hinchado haciendo que sus movimientos sean rígidos.

Todos los acontecimientos que le sucedieron ayer vuelven a él mientras se impulsa hacia arriba para levantarse. Intenta aclarar la confusión en su cerebro, parpadeando un par de veces.

Sus pies descalzos tocan el suelo, haciéndole darse cuenta de que está vestido de manera diferente a la noche anterior. Toda la suciedad del día anterior había sido limpiada de alguna manera.

Se mira a sí mismo, tratando de comprenderlo. ¿Sonia lo lavó? ¿Se lavó él mismo? Seguramente, recordaría alguno de esos eventos. Pero no lo hace, lo que es más preocupante que cualquier otra cosa.

Se pone de pie y casi de inmediato tiene que sostenerse debido al desequilibrio. Se siente débil, mareado, como si se estuviera recuperando de una larga fiebre. Mira su brazo una vez más, preguntándose si está infectándose. Se acerca al espejo y levanta su camisa lo mejor que puede.

Mira fijamente. Mira fijamente durante mucho tiempo.

Ya no es un hematoma. Es una cicatriz. Una cicatriz fresca. Eddie no se sorprendería si al tocarla comenzara a sangrar, es de color rojo brillante.

Histérico por más de una razón, se baja la camisa y respira con dificultad. Camina hacia la puerta y se detiene antes de girar la manija.

¿Por qué Sonia no lo había despertado? ¿Por qué no lo había llevado al hospital? Antes lo ha llevado al hospital por toser extraño; no entiende lo que está pasando.

Eddie gira la manija lentamente, el pequeño chasquido que hace provoca que contenga la respiración. Abre la puerta, revelando nada más que el pasillo vacío.

En silencio, baja las escaleras, asegurándose de evitar los lugares en los escalones que sabe que crujen. La casa no está en silencio, conversaciones en voz baja se escuchan de la televisión en la sala de estar y Eddie puede oír el tintineo de las ollas y sartenes en la cocina.

Antes de que Eddie pueda siquiera asomarse a mirar, oye que Sonia comienza a tararear. Un pequeño traqueteo, uno con el que Eddie está muy familiarizado, resuena en el interior.

Se asoma, pero solo puede ver la espalda de Sonia. Ella está de pie frente a la cocina, por el olor, está cocinando huevos.

Ella levanta su mano y sacude algo en su otra palma. Es como si estuviera poniendo sal en su mano, pero Eddie espera, queriendo confirmar lo que había escuchado.

Es recompensado un segundo después, cuando ella se da vuelta y deja el frasco de pastillas en el mostrador junto a ella. Lunesta. Por el sonido, parece que solo quedan unas pocas pastillas.

Eddie la oye empezar a moler las pastillas hasta convertirlas en polvo, y sabe lo que está a punto de ocurrir. No hay otra razón para que ella toque esas pastillas mientras cocina. La ve comenzar a esparcir el polvo que hizo en la sartén, luego toma más pastillas.

Al principio, Eddie está enojado, a punto de confrontarla por poner medicina en su comida. Luego, cuando lo piensa más, se preocupa. Solo había recibido ese medicamento hace un par de días. ¿Cuánto le había estado dando? Los efectos secundarios... Eddie solo podía recordar algunos. Somnolencia, confusión, ansiedad...

La claridad lo invade. Necesita salir de aquí. O Sonia toco fondo o, lo que es más probable, Pennywise la está influenciando.

La observa con atención, retrocediendo. Siente que su pie se engancha en la alfombra y extiende el brazo para no tropezar. Su mano golpea la mesa auxiliar, meciéndola levemente, pero lo suficiente como para que algunas chucherías caigan al suelo.

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