Capítulo 14

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Era curioso cómo, a pesar de que todo había cambiado tan drásticamente, Eddie todavía se encontraba en situaciones que le eran tan familiares.

—No hay amigos, ¿eh?— Greta le da a Eddie un puchero falso e infla un chicle. Ella le lanza una mirada a su padre, asegurándose de que él no la haya escuchado.

Eddie siente sus fosas nasales dilatarse antes de apretar la mandíbula e ignorarla.

—Lo que sea— ella deja salir un "hmph" y se recuesta en su silla, sin interés. Agarra la revista que había estado leyendo violentamente, el chasquido de las páginas es casi su versión de un "jódete". Pareciera que Eddie no iba a recibir la información sobre los placebos de ella esta vez, pero eso podía deberse a que la mitad de su pedido fue para el botiquín de Sonia, no para su pastillero.

Eddie suspira, cambiando su peso de un pie a otro. Está cansado.

La noche anterior, Eddie descubrió que el hematoma en su sección media no había dejado de palpitar. Eddie había dormido de forma irregular a través de los dolores y se había despertado tarde y exhausto en la mañana. El dolor eventualmente se calmó, pero eso no impidió que Eddie se preocupara por ello.

El ansioso sentimiento de no ver ni contactar a ninguno de los Perdedores durante un período de dieciséis horas no lo ayudó a sentirse mejor. No estaba seguro de si le darían la bienvenida si fuera a ver como estaban, no estaba seguro de si quería enfrentarlos incluso si lo hicieran.

Tal vez debería seguirlos en secreto, asegurarse de que estuvieran a salvo. Pero Eddie no podía seguir a tanta gente a la vez. Y no quería ser acusado de convertirse en un acosador.

El Sr. Keene regresa con una bolsa mientras Eddie reflexiona para sí mismo. Se la entrega —Aquí tienes, Eddie. Parte de esa Lunesta también está allí. Tu madre lo puso en sus peticiones.

Eddie asiente distraídamente, metiendo las botellas de píldoras en sus bolsillos y tomando la bolsa. Se asegura de mirar fríamente a Greta mientras sale, pero ella no levanta la vista de su revista.

Eddie camina hacia la brillante luz del sol, entrecerrando los ojos. Estaba empezando a hacer el suficiente calor como para que de los autos estacionados delante salieran oleadas de calor.

Le toma un momento a Eddie darse cuenta de a quien pertenecía el auto que estaba mirando, y cuando lo hace, se detiene en seco. Sus zapatillas de deporte rechinan contra el pavimento mientras su cuerpo se prepara para correr.

Henry Bowers salta del asiento del conductor y mira a su alrededor. Eddie se zambulle rápidamente detrás de un arbusto antes de ser visto, con el corazón comenzando a latir con fuerza.

Henry parecía estar solo, no había rastro de sus dos –o tres, dependiendo– amigos que generalmente estaban con él. Seguía miraba a su alrededor, sus ojos se volvieron hacia él, haciendo que se agachara. Por Dios, era como si Henry no tuviera otro pasatiempo fuera del bullying.

Cuando Eddie mira una vez más, Henry está hablando con uno de sus matones, Patrick, con quien Eddie tiene sentimientos encontrados respecto a que este vivo todavía. Patrick está sacudiendo la cabeza y gesticulando hacia el callejón.

Los observa, arrastrándose lentamente hacia atrás. Si pudiera escabullirse, ellos nunca sabrían que había estado allí.

Su mano toca algo cálido y se gira rápidamente, alarmado, la otra persona hace lo mismo.

—¡Ah!— Eddie se queda boquiabierto.

Mike se lleva la mano a la boca —Cállate.

Eddie no puede hacer nada más que asentir estúpidamente, con la boca aún abierta. Mike tenía un corte en la frente que sangraba un poco, pero aparte de eso, se veía perfectamente sano. Se veía tal como lo recordaba Eddie. A pesar de la situación, la alegría brota en sus entrañas. ¡Mike estaba aquí!

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