Capítulo 6-La leche del zorro

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Un día antes

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Un día antes. 

Las posesiones de Mijail fueron repartidas entre otros nobles que compartían lazos familiares con el difunto. A Anastasia le fue negado el acceso a las riquezas de su esposo alegando que el matrimonio no había sido consumado. Así que, como chacales, hombres de todos los rangos aumentaron su fortuna repartiéndose los bienes de Mijail Speránski entre ellos. Y su padre, por supuesto, lo permitió. Era una forma más de ganarse el favor de aquellos nobles que habían participado en el asesinato. 

Ella, a cambio de mostrarse estúpidamente complaciente con esos carroñeros, tan solo pidió que la dejaran visitar sus aposentos y su despacho para despedirse de él. En realidad, lo que hizo en cuanto la dejaron a solas en la habitación de Mijail, fue buscar información que le fuera de utilidad. Rebuscó entre cajones y estanterías, pero era de esperar que el consejero real no dejara información valiosa al alcance de cualquiera. ¡No había nada! O eso pensó hasta que la dejaron pasar al despacho. Allí, ligeramente escondido entre otros libros, halló un libro de registros. Lo escondió entre los pliegues de su vestido y se lo llevó con ella. 

Cuando se aseguró de que estaba sola, completamente sola, incluso sin la presencia de Natasha, lo leyó. En él había cuentas, leyes aprobadas o por aprobar, reuniones, citas importantes... Todo importante, pero nada relevante. Nada que le otorgara una ventaja con respecto a sus enemigos. Aburrida, dejó ir un ligero suspiro y se dispuso a cerrar el libro... pero entonces vio una diminuta nota escrita en el borde de una página. Sus ojos azules y observadores se clavaron en esas letras escritas a conciencia: "esta noche Nicolás y Ekaterina han vuelto a reunirse."

Tuvo que leerlo tres veces para cerciorarse de que lo que estaba leyendo era cierto. ¡Por supuesto! ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Mijail fue un paso por delante de Nicolás.

 Seguramente, su difunto esposo no se fiaba de él y lo espió... por eso lo encontró a altas horas de la noche cerca de los aposentos en los que ella misma había visto a Nicolás, pero no a su amante. ¡Claro! ¡Ahora lo comprendía! ¿Qué hacía Mijail Speránski en los salones olvidados del palacio durante la noche? ¡Espiar a Nicolás! Y, al parecer, él sí pudo ver quién era su acompañante femenina: ¡Ekaterina!

Esa información era oro. Una gran ventaja que iba a explotar al máximo. Arrancó la hoja y la tiró al fuego, eliminando cualquier prueba de lo que sabía. Su aparente ingenuidad era su mayor aliada en esos instantes y no debía abandonarla. 

 

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El nacimiento de la emperatriz. Dinastía Románov I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora