[Aviso: Ya a la venta. Retirada].
~Juego de poderes~ Ajedrez de hielo~
Anastasia Románova es la hija del zar de Rusia. Como princesa debe casarse con quien la corona decida a fin de garantizar pactos políticos y estratégicos para la monarquía. Por...
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Mijail Speránski la cortejó durante un breve período de tiempo antes de la boda. Fueron semanas placenteras en las que templó su naturaleza. Su prometido le transmitía paz, tranquilidad y seguridad. No era el hombre más atractivo de Rusia, pero consiguió encontrarle encantos con los que imaginarse una vida matrimonial junto a él. Anastasia deseaba tener una familia y sentirse amada.
El hecho de que Mijail fuera el líder de los reformistas había pasado, sorprendentemente, a un segundo plano. Con los días se convenció de que no era tan extraño que su padre hubiera buscado alianzas con el bando contrario con el fin de garantizar la paz. Y aunque seguía inquieta por muchos asuntos que la rodeaban, decidió concederse la arbitrariedad de disfrutar de su boda y olvidarse, por unos días, de los problemas y las intrigas. Después de todo, Anastasia había vivido en la soledad y el abandono durante muchos años.
—Aparentas felicidad, hermana —comentó Tatiana, vestida con un traje de tafetán blanco con una banda roja que cruzaba desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda. Su hermana era una beldad con todas las letras de la palabra. Su pelo rubio resaltaba entorno a una pequeña tiara de diamantes mientras que sus ojos azules, cálidos y bondadosos, brillaban con esplendor propio.
Sin embargo, ella seguía sobresaliendo por encima de cualquier otra dama de la corte. Y ese día en particular no era solamente la más hermosa de palacio sino la más hermosa del país. Así lo habían procurado la veintena de modistas y peluqueras que se habían encargado de prepararla para su gran día.
¡Iba a casarse! Y como cualquier joven de diecinueve años estaba emocionada a la par de inquieta aunque nadie lo hubiera dicho a juzgar por su serenidad aparente.
—Estoy feliz, Tanya —respondió, mirándose en un espejo de pie entre que una doncella del alto servicio ultimaba los detalles de su manto real—. Debo confesar que Mijail no era de mi agrado cuando llegué aquí. Sin embargo, ahora creo que él será beneficioso para mí y estoy segura de que el amor llegará con los años. Es muy respetuoso, agradable y sincero.
—Es un buen hombre —Sonrió Tanya. —Y la diferencia de edad no será ningún problema con la llegada de los hijos.
—Hijos... —suspiró Anastasia empañando el hielo de sus ojos que, por primera vez, parecían más humanos.
—Te deseo una vida llena de felicidad y amor, hermana —La abrazó Tatiana. —Te lo mereces...
Alejandro I de Rusia, el zar, le ofreció su brazo a la entrada de la capilla después de halagarla por su belleza y su porte. La marcha nupcial empezó cuando los niños entraron delante de ella con flores y supo que era el momento, su destino estaba a punto de cumplirse: casarse con quien la corona hubiera escogido para ella. Y estaba satisfecha con la decisión... Miró a Mijail que se mantenía de espaldas por tradición. No sentía mariposas ni se le aceleraba el corazón al verlo, pero una inmensa calma la embargaba al saber que estaba cerca de él. Mijail le había prometido pasar unos días en su propiedad campestre después de la ceremonia. Le había contado maravillas de ese lugar: un prado lleno de campánulas, un río de cauce manso en el que remojarse y aguas manantiales en las que relajarse.