XVII.

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Gabriella's POV,
Escala — 9:05am

Suspiro levemente mientras comienzo a despertarme, aún con los ojos cerrados suelto un bostezo y tras recordar lo que hice ayer, espero a que un fuerte dolor se apodere de mi cabeza, pero no sucede.
Raro; con todo lo que tomé ayer esperaba amanecer muriéndome. Estoy por abrir los ojos cuando siento una respiración en mi cuello y todo mi cuerpo se paraliza, es como si me hubiesen tirado una cubeta de agua fría.

"Qué no sea lo que estoy pensando, que no sea lo que estoy pensando" —pienso con temor mientras abro los ojos, pero no puedo ver nada,  la habitación está completamente a oscuras.

¿Dónde estoy?

No recuerdo mucho después del casi beso que tuve con Austin; solo recuerdo haberme separado de él, excusándome con que tenía que ir al tocador. En lugar de ir al tocador, fui hacia la terraza y estuve hablando con una chica de mi clase de literatura. Ahí Jake llegó, nos dió chupitos a todos y... no recuero nada más.

¿Me acosté con alguien? Es imposible, se supone que el guardaespaldas estaba velando por mi.

Me muevo con cuidado, pero el sujeto que está a mis espaldas aprieta su agarre contra mi cintura. Toco su mano y se siente un poco dura y grande, en comparación a la mía. Dios, quizás me acosté con Austin, no puede ser. Comienzo a respirar rápidamente y siento que un hueco se aloja en mi pecho. Cierro mis ojos para retener las lágrimas que se han formado y siento como el sujeto se presiona contra mi espalda y estira una mano hacia mi lado. Escucho un "click" y supongo que ha encendido una luz, pero sigo con mis ojos cerrados.

—¿Gabriella? ¿Te sientes mal?

Inmediatamente reconozco la voz y abro mis ojos chocando con la mirada gris del Señor Grey. Un sentimiento de consuelo se aloja en mi al verlo, pero luego mente me lanza una pregunta mayor:

¿Qué hace el aquí? ¿Qué no estaba en Portland?

Lo miro fijamente y tiene cara de dormido. No lleva camisa y por el borde que veo en sus caderas, tampoco tiene pantalones, sino sus bóxers. Al mirarme, me encuentro con una camiseta que supongo le pertenece y mis bragas, ¿qué rayos ocurrió anoche?
Me quedo mirándolo confusa, porque no sé qué ocurrió y él vuelve a repetir la pregunta que me ha hecho hace unos segundos:

—¿Te sientes mal?

—No, no, estoy bien —susurro y seco mis lágrimas.

Sé que no me ha creído, pero agradezco que no insiste. Al mirar la habitación reconozco que se trata de una habitación en Escala, no es la mía así que debe ser la suya. Está decorada con gris, negro y azul, las cortinas negras están cerradas bloqueando por completo la luz del sol y por eso está tan oscuro.

—Bien —susurra y coloca una mano en mi mejilla—, ¿cómo amaneciste?

—Confundida —respondo con honestidad.

—¿Por qué? –pregunta sentándose en la cama y recostándose de la cabecera—

—¿Anoche usted y yo... —me quedo callada dejando la pregunta en el aire y me siento junto a él—

—¿Tú y yo? —levanta una ceja y sé que se está haciendo el tonto— ¿A qué te refieres?

—Sabe a lo que me refiero, ¿nos acostamos? –pregunto lentamente lo último—

Vamos, no es que no quiera volver a tener sexo con él, pero me gustaría ser capaz de recordarlo.

—¿Qué piensas que ocurrió? –me mira fijamente y veo que tiene una sonrisa en la comisura de sus labios, le divierte esta situación.

La sumisa perfecta de Christian GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora