Capítulo 4.

139 11 1
                                    

DEMIÁN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

DEMIÁN

La carrera clandestina se llevaría a cabo por nuestras dos motocicletas, la cual disponía una trayectoria de gran distancia y transcurría en una avenida sin vueltas, que pone a inicio nuestras velocidades y el formato de conducir de nosotros mismos.

Sabía que la competencia era demasiado arriesgada y perniciosa. Pero la libertad de Isabella permanecía en mis manos; ante nada, si codiciaba salvarla de las agresiones de éste infame, no sería capaz de permitir que un cabrón como él triunfara.

La mayor influencia sobre estas carreras, era la apuesta y el contrabando de mercancías prohibidas. De solo imaginarme a Isabella sola y con hombres inhumanos, ruines y perversos a su alrededor, el escalofrío circulaba por mí cuerpo.

«¡Maldición! No quería dejarla sola.»

Recorrí de un solo vistazo todo el panorama a la vez, con el sentimiento a flote, lleno de incertidumbre, al determinar su ubicación.

Las féminas, hacían hasta lo posible por llamar un poco de mi atención, sin duda, son tan meretrices que otorgan pena.  Fastidiado, podía deplorar como los ojos ajenos me comían con la mirada, cuando al fin di con aquella muñequita de porcelana que indague por minutos.

Su cuerpo se agitaba a causa de la temperatura baja de la noche, mientras que sus ojos me eran difíciles de descifrar: sus iris grises manifestaban una mezcla asustadiza cargada de desilusión. Sin embargo, no estaba sola; su amiga, la fastidiosa, se situaba a su lado. Con un suspiro de alivio, mis labios articularon silenciosas palabras, trasmitiéndole un mensaje.

«Todo estará bien».

Asintió algo confusa, relajando su cuerpo. Pero no completamente. A la vez que Brillita cuchicheaba algo en su oído.

«¿Así se llamaba?»

Sin importancia, dirigí mi visualización en la carrera. Una mujer pintada, muy pintada, con muy poca ropa, hizo su presencia enfrentada y atravesada en medio de nuestras motos. Meneó sus caderas con una sonrisa altanera y un pañuelo sujetado entre manos, mientras decía unas cuantas reglas que sabía de memoria.

—¡Quiero una carrera limpia, guapos! ¡Nada de trampas, ni choques!—Ambos la observamos a los ojos, yo con ganas de que descendiera el pañuelo rojo y se callara de una puta vez, Jaden con el afán de llevársela a la cama.

Apreté con fuerza el acelerador, haciendo rugir el monstruoso motor del vehículo de dos ruedas en el que estaba posado.

El brazo de la rubia bajó junto con el pañuelo y ambos aceleramos a gran velocidad, dejando a la multitud detrás. Él en su Yamaha YZF-R3, yo en mi preciada Kawasaki Ninja 300.

Apasionado por las dos ruedas, comencé a acelerar a una desmedida velocidad, sobrepasando al rubio por unos cuantos metros. La adrenalina en mi sistema se hacía presente, junto con la emoción de cada latir de mi corazón. Presentía la victoria y la independencia de Isabella en mis manos.

Simplemente Demián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora