Capítulo 5.

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Unos dedos se aferraban mi cintura con inflexible determinación, que me obligó a aguantar un súbito sobresalto al despertar

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Unos dedos se aferraban mi cintura con inflexible determinación, que me obligó a aguantar un súbito sobresalto al despertar.

Abrí los ojos como platos con una ineludible dificultad, donde me encontré con una cama que no era la mía. Al principio, no entendía nada, me detecte tensa, donde un estado de alerta se manifestó dentro de mí. Pero, cuando la presencia —que me tenía afianzada— hizo un leve movimiento y su fragancia se desprendió en el ambiente, los recuerdos memorables llegaron a mi mente, haciéndome brotar una espontánea sonrisa.

¿Cómo es que llegué a estar en esta situación junto a él?

Flashback (analepsis)

Caminaba hacia el interior del "pozo", el lugar en donde se había ejecutado la carrera horas atrás. Jaden me había aludido que el edificio era la parte más oscura y tenebrosa de la ciudad, de tal forma que los bandos de narcotraficantes crearon un mundo de pandillas, dispuestos a satisfacer las necesidades que son restringidas y prohibidas en otras zonas.

«Pasillo izquierdo, segunda puerta de la derecha» Repetí en mi cabeza, yendo en busca de una cerveza para el rubio y un agua mineral para mí.

Las paredes están cubiertas de moho, junto algunos agujeros por donde se cuela el frío nocturno; el contexto tenía un fuerte olor a humedad. Y a un paso del pavimento, repleto de pilas de escombros, se sitúa el gran refrigerador.
Me arrimé a este, sacando del interior una lata de metal y una botella de plástico, mientras regresé por dónde había provenido.

La música pegadiza retumbó por todo el lugar. Me abrí paso entre una multitud de mujeres "desnudas" bailando pegadas a hombres borrachos que intentaban seguir los sensuales pasos. En medio de ese bullicio, busqué con mi mirada a mi chico de pelos dorados. Cuando lo divisé, formé una sonrisa que se borró tan rápido como apareció. Jaden se hallaba a escasos centímetros de una morena, que resultó ser una delgaducha de, aproximadamente, cuarenta kilos, con pantalones de mezclilla y una blusa de gran escote.

Colérica, abrí su lata de cerveza y me acerqué a ellos con un dolor punzante en el pecho.

—¡Eres un idiota! —exclamé, vaciando el líquido, que contenía la lata, sobre su cabellera. Me observó con mezclas de emociones –y ninguna era buena–, a la vez que apartó de golpe a la de piel oscura, la cual no captó nada del drama.

Empujé a todo el mundo, recibiendo unos cuantos insultos que no me importaron en lo absoluto, solo quería alejarme de allí.

—¡Isabella! Vuelve aquí —gritó por encima del sonido del lugar —. Si no te detienes, ¡te mataré!.

Sin importar las amenazas del susodicho, pasé entre medio de un espacio oscuro, decorado con unos cuantos sofás desgarrados y sucios, perdiendo de vista a Jaden.

Fue en ese momento que una lágrima comenzó a amenazar con suavidad. Silencio, respiraciones profundas, tranquilas y suaves. Nada funcionaba ante la acción de poner calmarme  y retener las lágrimas con la palma de la mano. Estaba decepcionada, ¿por qué estar con él tenía que ser así? ¿Por qué no podía jamás respetarme? ¿Qué fue lo que lo hizo convertir en un monstruo?. Seguí caminado por la cavidad del infierno, por aquel lugar misterioso, cuando por unos instantes, antes de poder salir del sitio, una coqueta risa, conocida, resonó en el aire; empero quise ignorar todo en ese imaginario momento feliz, aunque no pude. Me ganó la curiosidad y el deseo del por qué  querer saber.

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