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Tuve que venir a la tienda de conveniencia sola y algo aturdida.

— ¡Gracias por su compra! —gritó el chico detrás de la caja espantando mis pensamientos, cuantos ánimos.

Subí las escaleras porque no me sentía como para usar el elevador.

Antes había mencionado algo relacionado a un no se qué de conocimiento, no le estaba entendiendo nada, es como si hubiese estado hablando en otro idioma. Me dejó aturdida cuando comenzó a narrar cosas de mi vida que solo yo sabía ¿cómo él conocía esas cosas, cómo sabía lo tan poquita que me sentía cuando veía a mis hermanos, cómo sabía lo mal que lo había estado pasando?

Abrí la puerta y me percaté que, de igual manera a mi reacción de aturdimiento a lo dicho, al verle me sentía muy aliviada una vez más. Mi lado lógico me quiere hacer creer que es una reacción normal luego de ver a otro ser humano que conozco, aunque sea de hace muy pocas horas, con tal estado físico. Mientras le daba agua en nuestro silencio me permití pensar en lo que había dicho esta mañana y a la madrugada cuando no le puse atención por pensar que decía cosas sin un gramo de sentido. Dice que ¿salió del poster? negué la cabeza mientras me disponía a hacer algo de comida porque no había comido en todo el día, y supongo que él tampoco.

¿Ven? ahí está mi problema, con tal naturalidad me preocupo por él como por mí misma en las últimas horas. Cerré los ojos y me detuve un segundo tratando de calmar la creciente migraña que se situaba en mi lado izquierdo de la cabeza, punzante y constante.

Le coloque el plato en la mesa cercana, él sin decir nada se bajó de la cama, alejándose de la ventana cerrada para sentarse a comer en silencio. Me acomodé en mi lugar de la cama mientras sin aún comer nada le miraba y cruzaba a ver el poster. Me revolvió el estómago cuando por un instante giró a verme, deteniéndose a masticar para luego de tragar volver a ingerir su comida. Negué tratando de obviar todo por unos minutos, por lo menos mientras trataba de comer. Comimos, limpié lo poco que había ensuciado y me extrañé cuando al terminar lo vi sentado en la silla donde había comido mientras miraba la pared. No se había movido ¿le habrá dado un ataque cardíaco?

— ¿Estás bien? —me acerqué a él y toqué su hombro. Negó ligeramente.

— No me siento bien. —giró su rostro magullado con el poco de cuidado que le di hace una hora.

Me senté en la orilla de la cama, cerca suyo. Tomé una respiración profunda antes de volver a hablar.

— ¿Qué tienes, dónde te duele? —inmediatamente tocó su pecho.

— Aquí, ¿es esto lo que sentiste en año nuevo mientras llorabas en tu cama? —es exactamente lo que estoy diciendo, es demasido raro que sepa todo eso, me está volviendo loca pero de una manera no muy positiva.

— Y-o.. no puedo entenderte del todo, ¿cómo es que sabes todo eso? Me dices que te tenga paciencia pero debes de comprender que eres un extraño para mí, no tengo la mínima idea de si antes de anoche nos conocimos en la fiesta y hablé demás, no sé si te traje a casa, no puedo creer lo que me dices porque suena irreal, y eso me está desesperando. —me expresé, sintiendo mi corazón later con rapidez.

Lo vi bajar la cabeza mientras le hablaba y luego que terminé de decir lo que quería le escuché sollozar, mi pecho se contrajo, vi sus lágimas caer en el pantalón que le había dado recién para que se cambiase de ropa. Fruncí mi ceño hincándome a su lado, tratando de ver sus ojos apretados con fuerza que sacaban lágrimas.

— M-me duele mucho, n-no debería de dolerme tanto S-sulhye. —hice una mueca cuando mis ojos comenzaron a arder, siempre he sido débil cuando de ver a los demás sufrir se trata. Traté de ayudarle a cuidadosamente limpiar sus lágrimas mientras le enderezaba el rostro, él sorbía su nariz y respiraba erráticamente entre pequeños sollozos, con las mangas largas de mi abrigo le quité las lágrimas con cuidado de no lastimarle las heridas—. ¿Me das un abrazo, por favor? —no pude negarme, no sé si porque lo pidió de por favor o porque todo con él se sentía de una manera demoniacamente natural.

Enrollé mis brazos por su cuello, él pasó sus brazos por mi cintura acercándonos de una manera extraña por la posición pero suficiente para que comenzara a tomar respiraciones largas en busca de calmarse a sí mismo. Tocaba su cabello tratando de no ponerme a llorar yo misma, o de reírme con la cantidad de cosas sin sentido que me han estado pasando gracias a este individuo.

Al rato nos separamos y le dije que se fuera a dar una ducha, luego me duché yo y al salir del baño fui a buscar un pequeño envase de helado que había comprado temprano, sacándolo de lo que llevaba ahorrado. Me sentí muy mal por verle en el estado que estaba y lo tomé de excusa porque también quería comprar algo dulce para endulzar lo amarga que se había vuelto mi vida. Busqué dos cucharas con el mediano envase en manos acabado de sacar de la nevera, me acerqué a la cama donde el susodicho estaba sentado con las piernas cruzadas y recostado al lado del poster en la pared.

Observé su expresión perdida antes de que situara su mirada en mí que me acercaba a él. Le tendí la cuchara la cual tomó sin decir nada, de una manera se me hacía triste que estuviese tan callado y apagado cuando lo único que había hecho desde que lo vi en el baño era hablar sin parar, nunca se veía tan apagado ni siquiera cuando le cerré la puerta en la cara esta mañana. Recorde cómo pensaba que iba a ir con él cuando le cerré la puerta y lo mal que me sentí luego pero traté de olvidar durmiendo. Lo único que estaba mal fue el haberle cerrado la puerta en la cara, pero tampoco puedo culparme mucho, no tengo ni idea de qué es con lo que estoy lidiando.

— ¿No quieres helado? —le pregunté dejando el envase frío sobre la cama, en el medio de ambos. Él giró su mirada hacia éste antes de llevar la cuchara y con la parte trasera de la misma embujar el helado hacia abajo—. ¿Qué haces? —tenía el ceño fruncido, y denotando irritación dejó la cuchara haciendo que se cayera y ensuciase debajo la colcha—. ¡Oye! —se sobresaltó ante mi grito—. Me ensucias la colcha, si no quería solamente tenías que decir que no y ya, no seas grosero. —tomé la cuchara y traté de limpiar lo poco que cayó en la colcha.

— Ni que supiera lo que es. —le escuché susurrar.

Volví a mirarle y sus ojos estaba cerrados, aún con su ceño fruncido y esta vez con los brazos cruzados sobre su pecho. Parecía un niño pequeño haciendo un berrinche. Pero en todo caso, si lo que me había dicho era verdad, absolutamente todo es nuevo para él, incluso esto, por eso su reacción tanto a la ventana como al sabor de las comida que le había dado, y su reacción al verse y verme. Todo tenía y no tenía sentido de alguna forma. Aspiré una vez más en busca de mi paciencia y con la cuchara que le había dado saqué algo de helado para llevarlo frente a su boca cerrada.

— Abre. —abrió el ojo izquierdo mirándome con detenimiento, luego abrió el otro cuando el frío del helado chocó sus labios mientras le empujaba la cuchara más cerca de la boca.

Abrió y tomó el contenido aún con su cara fruncida pero luego de unos segundos de saborear casi le salen estrellas de los ojos.

— ¡Mmm! —gritó aun con la boca cerrada mientras saboreaba y tragaba.

— ¿Quieres más? —le pregunté divertida. Asintió con radipez girando todo su cuerpo en mi dirección. Negué un par de veces mientras volvía a cojer con la cuchara para darle.

Al verle saborear con los ojos cerrados y hacer sonidos de satisfacción muy ruidosos me reí porque recordé las muy genuinas reacciones de los niños al probar algo nuevo que les gustaba. En eso caí en cuenta que si no tenía a dónde ir tendría que quedarse conmigo ¿y yo lo tendría que cuidar? es como un niño.

Esto no es una película ¿cómo se cuida a alguien que nunca ha existido en el mundo real?

Esto no es una película ¿cómo se cuida a alguien que nunca ha existido en el mundo real?

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Omnipresente.  ||  J.HSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora