SEVENTEEN

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....Soy el Dios del engaño...

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—Elizabeth... ¡Elizabeth despierta!

Despertó de pronto, con la respiración entrecortada y su pecho subiendo de arriba a abajo, ¿Qué había pasado?, ¿No estaba muerta?... «¿Este es el paraíso? » pensó al ver el lugar donde estaba: dentro de un auto, con Meliodas de lado, y Zeldris recargado en su hombro mientras roncaba.

¿Qué ha pasado, donde estoy? —podía sentir su corazón en la garganta, todo se había sentido tan real, el choque, los golpes... Su muerte.

Meliodas acarició su hombro, sonriéndole a la vez que movía su mano de arriba a abajo.

Dormiste en todo el camino, ya estamos en Camelot.

¿Todo fue un sueño? —susurró la albina mientras masajeaba sus sienes y soltaba un largo suspiro de alivio, le agradecía tanto a las Diosas de que solo habría sido una mala jugada de su subconsciente.

—¿Por qué lo dices linda?

—Tuve un horrible sueño donde después de despedirnos de Claudia, salimos a buscar a tus padres y al cruzar la calle fui atropellada, y supuestamente morí.... —Meliodas abrió los ojos con sorpresa, ¿Cómo es que se acordaba de los detalles?, y ¿Por qué soñaría algo así?, masajeo sus hombros al verla tan tensa, debió haber sentido el peor de los momentos.

Gracias a las Diosas solo fue un sueño, porque después de salir del instituto, mis padres estaban afuera listos con maletas y todo, subimos y en el transcurso te quedaste dormida —Elizabeth palmeó su pecho al escucharlo, todo estaba bien.

—¡Todo listo! —llegó la mujer rubia, recargándose en el vidrio del auto. —Damián y yo nos encargamos de bajar todo, incluso tus cosas Ellie, espero no te moleste —la albina negó con la cabeza.

Para nada señorita Emily, muchas gracias.

—¿¡Cuál páncreas!? —musitó el adormilado azabache, saltando del hombro de la albina mientras dejaba caer un hilo de saliva.

—Zeldris, ya llegamos, y ¡Pídele perdón a Elizabeth por babearle el hombro! —el menor arrugó las cejas ante el regaño de la rubia.

—Lo siento, Elizabeth.

La chica sonrió. —No pasa nada, Zel.

Meliodas tomó su mano, saliendo del auto junto con ella. Elizabeth observó la pintoresca casa frente a ella; era enorme, y los matices le dieron una grata vista.

¿Lista para una nueva vida? —interrumpió sus pensamientos, apretando levemente su mano. Elizabeth volteó a verlo, conectando sus azules con los verdes, sonriéndole al momento en que ambos pestañearon.

No Te Dejaré ¦ Melizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora